« Volver

El Censor (Madrid. 1820)

Periódicos anteriores a 1850
Considerada como una publicación de excepcional calidad y la de más prestigio del Trienio Liberal, formalmente se la define como una revista, dada la amplitud de sus números, en torno a las ochenta páginas cada uno. Es fundada por el impresor y editor León Amarita y dirigida por el afrancesado sacerdote Sebastián Miñano, al que se suman en la redacción los también clérigos josefinos y literatos Alberto Lista y José Manuel Gómez Hermosilla, empezando a publicarse a partir del cinco de agosto de 1820, una vez promulga la amnistía política. De carácter constitucionalista, su tendencia es de un liberalismo supermoderado, enmarcado más bien en el despotismo ilustrado, a juicio de María Cruz Seoane. Esta cabecera, que ya había sido utilizada en el siglo XVIII en el periodismo español, es adoptada ahora con el fin, según su prospecto, de censurar los abusos del poder y rebatir las ideas de otras publicaciones, atacando duramente al El zurriago, el periódico exaltado por excelencia del periodo, y manteniendo una máxima enemistad con El universal, siendo a su vez acusado de estar financiado por manos foráneas, en concreto francesas. Es un periódico político templado y equilibrado, pero también literario, que va a dar cabida asimismo a un incipiente periodismo costumbrista. Ofrece extensos artículos doctrinales sobre el constitucionalismo, la libertad de imprenta o sobre el papel del clero regular, así como crónicas parlamentarias. Hermosilla se dedicará más a los textos políticos, mientras que Lista será el autor de la mayor parte de los artículos de literatura dramática y crítica literaria y teatral, siendo claro defensor del neoclasicismo a ultranza. Asimismo ofrece noticias de otros periódicos. Por su parte, Miñano, que había popularizado el seudónimo de El Pobrecito Holgazán, será el autor de unas ‘Cartas del madrileño”, ocupándose de la parte satírica y crítica del absolutismo. Estuvo apareciendo cada sábado, hasta que publica su último número el 13 de julio de 1822 al entender sus artífices la dificultad de seguir editándolo por la exasperación de los ánimos y la agitación política que sigue al fallido golpe de Estado absolutista del día siete.