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La Gran Vía (Madrid)

Revistas de información general
Revista semanal ilustrada, fundada por el prolífico dramaturgo, poeta y periodista festivo y humorístico sevillano de ideas progresistas Felipe Pérez y González (1854-1910), a cuya publicación le dará el mismo título que la obra del género chico de la que había sido autor de su letra, con música de Federico Chueca (1846-1910) y Joaquín Valverde (1846-1910), proporcionándole uno de los mayores éxitos conocidos en España y América. Aparece su primer número el dos de julio de 1893, exactamente siete años después del estreno de la famosa zarzuela La Gran Vía (1886), ayudado en la administración de la publicación por el comerciante y poeta festivo Gaspar Abati, con quien compartirá la propiedad. Felipe Pérez, aunque seguirá publicando sus textos, dejó de dirigirla a partir de su número 8, de 20 de agosto de 1893, cuando el también dramaturgo, poeta y periodista Carlos Frontaura (1834-1910) le sustituye en la dirección y aparezca así indicado en la cabecera hasta el número 38, de 18 de marzo de 1894. A éste le reemplaza en la dirección Salvador Rueda (1857-1933), constando así desde el número 76, de nueve de diciembre de 1894, hasta el número 115, de ocho de septiembre de 1895, compartiendo el fecundo poeta y periodista malagueño la propiedad con Abati. La revista seguirá publicándose, ya con nueva empresa, hasta su número 127, de catorce de diciembre de ese año, en el que anuncia su desaparición. Se trata de una publicación de contenido misceláneo y aunque no le falten contenidos informativos, serán especialmente los de carácter literario, en verso y en prosa (breves narraciones), los que denoten su importancia, tendiendo todos ellos al humor, lo irónico y lo burlesco y al costumbrismo satírico, tal como señala Marta Palenque en sus trabajos sobre esta revista, especialmente bajo la dirección de Salvador Rueda (2001 y 2002). Su carácter ilustrado (en huecograbado y fotograbado) es asimismo de gran importancia, pues es un ejemplo de la evolución que se está produciendo en este campo en esta década finisecular, en el que se mezclan las reproducciones artísticas de obras pictóricas y escultóricas de autores coetáneos, los apuntes al natural, la composición de dibujos tomados de fotografías y la inserción de éstas. Además de la no menos importante presencia del grafismo humorístico, a través de los denominados “monos”, tipos y escenas populares, chistes, viñetas, historietas o tiras cómicas, así como retratos, caricaturas y otros dibujos de literatos o artistas. Reproduce además fototipias procedentes de La España ilustrada, por un contrato con Hauser y Menet, editores de esta revista. Siempre con una ilustración ocupando su cubierta, sus entregas, de entre media docena y 16 páginas, compuestas a una o dos columnas y con paginación continuada anual, con formato menor de folio y con una veintena de ilustraciones de media, empezaron a salir cada domingo, primero de la imprenta de E. Rubiós y después de los talleres de los Sucesores de Rivadeneyra, para en su última etapa ser estampada de nuevo por la Tipografía de la Viuda e Hijos de Rubiñós. Al final tenía una sección bajo el epígrafe Menudencias, dedicada a charadas, enigmas, jeroglíficos y libros recibidos. Inserta anuncios publicitarios, que debieron hacer de la publicación una empresa rentable. López Ruiz (2006) señala que se trata de una “excelente” publicación, que obtuvo un gran éxito y en la que colaboraron los “mejores” escritores y artistas del momento. La revista aglutinó a dramaturgos, poetas, literatos y periodistas festivos y humorísticos de la vieja escuela romántica y costumbrista y a jóvenes que apuntaban hacia el modernismo, sucediendo algo similar por sus contenidos artísticos, por lo que se trata de una publicación que cabalga entre lo decimonónico y el modernismo. Entre la larga nómina de sus colaboradores literarios en prosa y en verso se encuentran el propio Felipe Pérez, que también usa su seudónimo Tello Téllez; el poeta Ramón de Campoamor (1817-1901); Rafael María Liern (1832-1897), el polifacético escritor y periodista Manuel Ossorio y Bernard (1839-1904); el dramaturgo y periodista José Fernández Bremón (1839-1910); el libretista y escritor Mariano Pina Domínguez (1840-1895); el dramaturgo, periodista y humorista Miguel Ramos Carrión (1848-1915); el literato Ángel Rodríguez Chaves (1849-1909); el dramaturgo y poeta Tomás Luceño (1844-1933); el popular periodista y escritor Juan Pérez Zúñiga (1860-1938), así como otros literatos: Eduardo del Palacio, Ricardo Monasterio, Enrique Sepúlveda, Sinesio Delgado, Manuel Soriano, Luis Taboada, Antonio Sánchez Pérez, Julio Romero Garmendia, Eduardo Zamora Caballero, Eduardo Feliú y Boada, Pedro Bofill, Antonio Montalbán, Eduardo Saco, Federico Urrecha, José Estremera, Dionisio Pérez, Alejandro Larrubiera, Manuel Reina, Luis Pardo, Vital Aza, Eduardo de Lustonó, Ramón A. Urbano, Pedro J. Solas, F. Moreno Godino o A. de Barros y Pérez. Entre sus ilustradores estuvieron el pintor y grabador Tomás Campuzano (1857-1934); el también pintor Juan Martínez Abades (1862-1920), los dibujantes y caricaturistas Alfredo Perea (1839-1895), Ramón Cilla (1859-1937) y Eduardo Sáenz Hermúa (1859-1898), que usaba el seudónimo Mecachis, así como Tomás Martín, Enrique de Soria Santa Cruz, Fernando Alberti, Enrique Estevan, F. Escudé, P. Rojas, M. Picolo, S. Crosby o E. Mathias, entre otros muchos. Publica fotografías de las playas de Santander, Gijón o San Sebastián, procedentes de sus corresponsales, así como dibujos de la campaña del Rif, remitidos por Ernesto Gutiérrez. Tuvo secciones, como Actualidades o Lo del día, especie de crónica que firmaba Frontaura; Apuntes al natural, en la que desfilan personajes como el citado compositor Federico Chueca o el pintor Joaquín Sorolla, dibujados por Cilla, o Notas artísticas. Publica también páginas autógrafas de escritores, como la de Jacinto Octavio Picón; cónicas taurinas, así como otras informaciones sobre teatros, música, arte, deportes (ciclismo), asuntos religiosos o militares, o los acontecimientos prebélicos cubanos. Palenque señala que al tomar la dirección Salvador Rueda, cambió su línea editorial, acentuando su faceta artístico-literaria y ocupando la poesía una posición más relevante en sus páginas, especialmente procedente de nuevos y jóvenes autores, en gran parte andaluces; aumentando su colaboración, en su parte artística, tres hermanos Romero de Torres (Enrique, Julio y Rafael), con dibujos e ilustraciones para las cubiertas o páginas centrales, así como el pintor granadino Ernesto Gutiérrez, como ilustrador fijo, adoptando la revista un carácter andalucista evidente. El propio Rueda, que usó el seudónimo Quioquiap y a veces la inicial de su apellido –R-, será el autor de su propia sección poética, titulada Mi álbum, en un momento en el que era considerado guía y promotor de la nueva juventud poética, que iniciaba caminos proclives al modernismo, como así señala Palenque (2001), y en las páginas de la revista Rubén Darío publicará cuatro prosas poéticas de si libro Azul. En las últimas entregas de 1893 y 1894 inserta un índice de las materias contenidas en cada tomo, con indicación de autores, tanto literarios como artísticos. Publicará también un Almanaque de La Gran Vía para el año 1894, de 58 páginas, y un número extraordinario en enero de 1895.