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Almanaque del Gran Bazar de la Unión

Gran Bazar de la Unión || Almanaque de El Cascabel y del Gran Bazar de la Unión
Calendario completo
Almanaques
Esta publicación es un valioso testimonio de la vida cotidiana en el Madrid del siglo XIX. La BNE solo posee un número de la misma y debió haber muchos más dada la longevidad del Gran Bazar de la Unión, antecedente de nuestros grandes centros comerciales. El establecimiento, situado en la planta baja del edificio de la calle Mayor 1, en la Puerta del Sol, estuvo abierto durante 90 años, cerrando en 1958 para dar paso al primer restaurante autoservicio de Madrid. El almanaque, que corresponde al año bisiesto de 1888, cuenta con más de 50 páginas y se inicia con una introducción en la que muestra el éxito de público que obtiene en todos sus productos a la venta por sus bajos precios: ‘Desde el humilde obrero hasta la más encopetada dama y el más opulento banquero, todas las diferentes clases sociales nos distinguen con señaladas muestras de afecto y simpatía…’. Prueba de su popularidad en el Madrid de la época es que el Bazar aparece en algunas novelas de Benito Pérez Galdós, como Fortunata y Jacinta. Y era el lugar elegido por los niños para elegir los juguetes que iban a pedirles a los Reyes Magos. También se explica en las páginas preliminares del almanaque que los almacenes del Bazar se abastecen de productos de los más importantes emporios comerciales y dice tener agentes en Berlín, Hamburgo, Viena, Londres, New York y otras ciudades extranjeras y españolas. Curiosamente no cita París. Tras la introducción se pasa a relacionar las distintas secciones con una breve descripción de cada una: Perfumería, Bisutería, Artículos de Piel, Cepillería, Juguetes Ordinarios, Batería de Cocina y Porcelana, Metal Blanco, Efectos de Escritorio. Artículos de Viaje y de Caza, Juguetes Finos, Objetos de Bronce y de Arte, Paraguas y Abanicos, Muebles y por último una sección de Saldos. Una de las características de la venta de los productos es que estos tenían precio fijo y no se regateaba, algo que entonces era una novedad. Después venía el calendario del año propiamente dicho con su santoral, que iba precedido de páginas que eran habituales en una sociedad en la que la religión cristiana y la Iglesia católica lo impregnaba casi todo, temas como las épocas célebres, las fiestas movibles, témporas, días de ánima, letanías. Es curioso ver cómo a la altura de 1888, cuando la ciencia empezaba a hablar ya de millones de años para la edad de la Tierra, el calendario seguía dando la edad bíblica de 6.000 años. Tras el calendario, figuran otros datos que reflejan las costumbres del momento, como las tarifas que cobraban los coches de caballos por las carreras, antecedente de los taxis. Se cobraba más si eran dos caballos en vez de uno, en función del recorrido y de la hora, y había además servicios extraordinarios. Venías otras secciones como una relación de los edificios notables de Madrid y se cerraba el almanaque con la división en distritos de la ciudad y las campanadas que en caso de incendio había que dar en las iglesias en cada uno de ellos, diferenciándose los barrios de cada distrito por campanadas de sonido más fino. El Gran Bazar de la Unión estaba en los bajos de la llamada Casa Cordero, que reemplazó al convento de San Felipe el Real, en cuyas gradas ya se vendían todo tipo de mercancías. En el nuevo edificio se instaló en 1887 la primera central telefónica comercial de Madrid. [Descripción publicada el 17/08/2022]