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Página: El Mundo cómico. 28/3/1875, página 2.
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EL MUNDO CÓMICO. LO QUE ABUNDA.-POR URRUTIA. N." 126 Tertulia de moral al aire libre. PIDO EN TAL IGLESIA. I. —He encontrado la piedra filosofal. —¿Dónde? —En los salones déla alta sociedad madrileña. —¿Cómo? —Escucha y lo sabrás. Mi amigo Eduardo Villegas, hijo de padres ricos, pero honrados, ex-estudiante de leyes, de gallarda presencia y de claro ingenio, era quien sostenia conmigo el diálogo anterior. Presté oidoy continuó como sigue: —Ya sabes que hace seis meses, la última vez que nos encontramos, no tenia sobre qué caerme muerto ni sobre qué sostenerme vivo. —Lo recuerdo. —Pues bien, mi posición ha variado por completo. Gracias á este traje (y me enseñaba uno de etiqueta que vestía) soy dichoso. —Te doy la enhorabuena. —La recibo. Este pantalón negro, este chaleco y este frac constituye mi patrimonio. Sin ellos no hubiera podido presentarme en casa de la duquesa de esto, de la marquesa de lo otro y de la condesa de lo de más allá. Estas y otras señoras que no cito, pero que tú conoces de nombre al menos, dan tés frecuentemente según habrás sabido por los periódicos. ¡Yo me alimento con esos tés! El té ha sido mi salvación, al té le debo la vida! La cama, el lavado y planchado y un líquido que asegura mi patrona que es chocolate de Matías López, el cual debía demandarla por injuria y calumnia, me cuestan diariamente cuatro reales, y por esa módica cantidad me sostengo hasta las doce de la noche, hora que espero con ansia porque es la hora del té, como si dijéramos de mi comida. Felizmente aquel cocimiento chino no es sino el pretexto para ofrecer algo'sólido á la aristocrática voracidad de los concurrentes, y el té significa fiambres, emparedados, pastas, ponches lo necesario, en fin, para que yo viva hasta la noche siguiente: —¿Y así vives? —Así vivo. Frecuento las reuniones del gran mundo, bailo rigodones para entretener el apetito, y deben servirme de estimulantes un rondó cantado por una aficionada ó una poesía leida por un poeta faldero. Pero no me compadezcas; como te dije, soy dichoso, vivo en mí elemento, soy un hijo prelilecto de la buena sociedad, que es para mí madre cariñosa, alimentándome con un biberón de t é . . . y de fiambres.—Son las tres, voy á visitar á la Baronesa de Tal que recibe mañana. ¡Adiós! —¡Adiós! II. Esto fué á mediados de Cuaresma. Desde entonces nú había vuelto á ver á Eduardo. Anteayer le vi entraren mi dormitorio muy de madruga la. (1) Venía sumergido en un gabán inmenso y parecía muy triste. — ¿Qué es eso? ¡Cómo tú por aquí! Esclamé abriendo un ojo, para saber quién me despertaba. —¡Ay! Dijo con acento melodramático y sentándose en la cama; soy el hombre más desdichado de la tierra. La semana santa me ha matado. (1) Para el autor de elle arllculo la madrugad* empiau á Ui doc« del di*. (iVv(« del Director.)
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