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Página: El Mundo cómico. 28/3/1875, página 3.
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N.» 126 EL MUNDO CÓMICO. COSAS DE NIÑOS.-POR TERUEL. —Tu bastón no es tan bonito como uno que se encontró papá el otro dia en la alcoba de mamá. ¡Se puso tan furioso!. —lEs po'sible! —Si, amigo mió. La buena sociedad es católica, santifica las fiestas, respeta religiosámente los preceptos de nuestra madre la Iglesia y... no da tés en esta época del año consagrada á la oración y al recogimiento. —Ya te comprendo. —Nó, no comprendes toda la extensión de mi infortunio. Ya desde que se cerraron los salones, no tuve donde comer, pero esto era lo de menos. —¡Lo de menos! — Si. Un hombre que durante seis meses ha vivido del té) bien puede vivir unos cuantos dias de la sopa de ajo, que es barata, ó del café con media tostada que cuesta dos reales. Pero el apuro terrible fué el miércoles de tinieblas, de negras tinieblas para mí. La patrona entró á despertarme trayendo diez y nueve tarjetas, en todas las cuales decía poco más ó menos lo siguiente: «La marquesa de Tal casa, pide para los pobres de tal á cual hora en la Iglesia de Tal.» ¿Comprendes loque quiere decir esto? Pues quiere decir: Esta señora espera que vaya V. á echar un duro, por lo menos, en la bandeja donde con suma gracia estará dando golpecitos con una moneda para llamar la atención de los fieles. ¿Y qué hacia yo? ¿Cómo faltar groseramente á una invitación inspirada por la caridad, por la más bella de las virtudes? ¿Cómo yo, que vivo de la munificencia de esa dama, podia negarme á dar mi óbolo? Imposible; hubiera sido.cerrarme las puertas de aquella casa, donde habia de encontrar durante un año seguro y agradable alimento para el estómago y para el espíritu. Quedé atónito á la vista de las tarjetas, y lo único que se me ocurrió fué medir con un golpe de vista todo lo espantoso del compromiso. Instintivamente miré al chaleco colgado cerca de mi cama. Uno de sus bolsillos encerraba dos perros chicos, uno grande y dos ochavos morunos: todo mi capital. Después de una meditación larga, se me ocurrió una idea. Llamé al hijo de la patroi)a, un muchachuelo muy listo que suele servirme para los recados, y le encargué que me buscase duros falsos, que prometí pagarle á dos reales. Por la tarde me habia proporcionado veinte duros de distintos matices, pero útiles para el caso. Aquellos cuatrocientos reales falsos, debían, sin embargo, costarme cuarenta verdaderos y yo no tenia ni siquiera uno. No habia más remedio que empeñar algo. ¿Qué? - Este era el problema.—Lo resolví con el sacrificio de mi pantalón y mi chaleco negro, únicas prendas por las cuales podían dar algo y que pasaron desde mi casa á la del prestamista. Y aquí me tienes, añadió mi amigo con lastimosa voz, habiendo cumplido mi deber con la sociedad, gracias á unas monedas falsas, que Dios no me tomará en cuenta ni los pobres tampoco, pero sin pantalón y sin chaleco con que asistir mañana al té que debe ser mi alimento y que es todavía mi esperanza. Este gabán en que vengo escondido, este pantalón y el frac compone todo mi equipo: al té no puede asistirse con pantalón de color; me veo, pues, en el caso de no ir ó de presentarme de frac y calzoncillos! Todas las dificultades que Eduardo encontraba, podían salvarse con cuarenta y dos reales: se los di y salió de mi
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