Fundada, editada y dirigida por el “romántico” impresor y librero Francisco Mazón, quien fallecería en la pobreza, en 1900, en Madrid. Un primer volumen lleva un prólogo, firmado con sus iniciales, fechado el 13 de febrero de 1876, bajo el epígrafe A nuestras lectoras, a quienes les dice: “A vosotras, bellísimas lectoras está dedicado este libro”. En un formato en 8º, lo forman 404 páginas. Bajo su título, se indica que se trata de una “colección de artículos humorísticos, pensamientos poéticos, charadas, enigmo-charadas, dobles enigmas, acertijos, logogrifos, rompe-cabezas y otros escesos”, escritos por “varios ingenios montañeses”, recopilado y publicado por el citado editor. Además, Mazón indicará que sus contenidos serán ajenos a “esa terrible pasión, llamada política, que se ha apoderado desgraciadamente de la mayor parte de los españoles, para convertir este bello país en horroroso campo de batalla”.
Al final de ese primer volumen se inserta un índice de sus contenidos, cuya mayor parte son textos compuestos en verso, como epigramas, madrigales, cantares, pensamientos, moralejas, fábulas o epitafios cómicos, entre otros, algunos firmados con iniciales, como las del propio editor y director (F.M.), y otros por A. Plasencia, R. Araujo, E. Benet, M. Hache, F. de la Vega, F.D. Gaviño, Eusebio Sierra, José de la Guardia, Facundo Rivas, Ricardo Oláran, Isidro Castanedo, Francisco Niápoles, Alonso Madrazo, Amós de Escalante, E. Caballero y Ardit, Tadeo Noe Luff, Evaristo Silió y Gutiérrez, Tomás Fernández de Castro, entre otros, o José María de Pereda, que publicará Escena diaria (p. 129).
Si este primer volumen había servido “poco más que para el entretenimiento” de las “damas”, Mazón utilizará su título para el periódico de “ciencias, literatura y artes” que comenzará a publicar a partir del uno de agosto de ese mismo año 1876. Con frecuencia quincenal, las entregas de esta revista literaria aparecerán los días uno y quince de cada mes, ahora en tamaño folio, cada una de 32 páginas, más cuatro de la cubierta, compuestas a una columna, pero también con foliación continuada, secuenciadas y con la indicación “segunda época”, formando un segundo tomo, que superará las 750 páginas. La Tertulia tiene pues dos épocas “perfectamente diferenciadas” (Simón Cabarga: 1982), y como revista literaria tendrá una “amplia resonancia” en el panorama cultural montañés (Benito Madariaga: 1979).
Los propósitos en este “segundo periodo”, sin renegar de sus “modestos orígenes”, serán “diversos, si no opuestos, a los que en sus niñeces mostraba” el primero, se dice ahora en su artículo de presentación (Al que leyere). La aparición de algunas firmas en el primer tomo, como la del propio Pereda, propicia la convocatoria a la revista de otros escritores cántabros y la de “algunos forasteros conocidos y apreciados unos y otros en la república de las letras”. Añade que se respetará “cuidadosamente en sus artículos el dogma y la moral católicos, que son el dogma y la moral de sus colaboradores” –se dirá–, evitándose “todo escarceo en el campo de la política diaria o militante”.
Sus páginas estarán dedicadas preferentemente a la literatura e historia “montañesa”: a estudios sobre sus antiguos monumentos, a curiosas investigaciones, a cuadros de su vida presente, a noticias eruditas de todo género, a biografías de montañeses ilustres y ensayos críticos sobre escritores del país, tradiciones, leyendas… A ser una “verdadera revista literaria montañesa”, “con un carácter español puro y castizo”, se indica en este escrito firmado por la Redacción.
Cada entrega tiene su sumario y contará con secciones biográfica y, especialmente, bibliográfica. Al final de tomo de esta segunda época se incluye un Índice de “materias”, agrupado por autores y los trabajos que publican. Son más de cuatro decenas de escritores y eruditos, algunos de ellos ya lo habían hecho en su primer tomo, como el propio Pereda (que publicará ahora casi todos los relatos de sus Tipos transhumantes), Escalante, Oláran, Fernández de Castro o Alvino Madrazo.
Escribirán ahora en sus páginas Marcelino Menéndez Pelayo (algunos de cuyos textos los había publicado previamente en La España católica), Benito Pérez Galdós (quien frecuentaba la ciudad en sus veraneos y dará a conocer sus Cuarenta leguas por Cantabria), Adolfo Aguirre, Fernando Araujo, Bartolomé Bengoa, Eduardo Bustillo, A.L. Bustamante, Marqués de Casa-Mena, Ramón de Campoamor, Tomás Cáraves, Justo Colongues, Casimiro Collado, Demetrio Duque y Merino, M. Díez de Quijano, José Estrañi, Adolfo de la Fuente, Emilio Ferrari, Ernesto Fernández, Fidel González Bustamante, Juan García, Gumersindo Laverde Ruiz, Enrique Leguina, Juan José de La Lastra, Manuel Marañón, Evelio del Monte, Josefa Pujol de Collado, Jesús Pando y Valle, M. Polo Peyrolón, Ángel de los Ríos y Ríos, Enrique Reoyo Garzón, Roberto Santa Cruz, Telesforo Trueba y Cosío, Honorio Torcida o J.J. Zorrilla.
Publica también traducciones de escritores europeos. En 1877, dedicará una entrega a la conmemoración del 2 de mayo (número 19). Así mismo, al final del segundo tomo, inserta otros índices con la Solución a los acertijos, enigmas, dobles enigmas, charadas y logogrifos. Salió de la Imprenta de Solinis y Cimiano, de la calle Arcillero.
Manuel Suárez Cortina (1994) ha señalado que el grupo que integró esta publicación estuvo “bajo las directrices ideológicas de un catolicismo extremadamente conservador, al gusto del de Pereda y Escalante, y un casticismo españolista, que dificultó la conversión del ‘regionalismo literario’, en un regionalismo abiertamente político”, añadiendo que constituyó “el primer intento de fortalecimiento de las letras” cántabras, cuyo apoliticismo “limitó su consolidación como una vía regionalista, en toda su dimensión”. Por su parte, Salvador García Castañeda, en sus trabajos sobre esta revista y las colaboraciones de Galdós, publicados en 1979 y 1990, retrata al grupo que intervino en la revista como “tradicionalistas y monárquicos, católicos a machamartillo, enemigos de heterodoxias y orgullosos de su estirpe montañesa”.
Su número 24 y último corresponde al 15 de julio de 1877. La Tertulia será continuada por Revista cántabro-asturiana, que publicará dieciocho entregas a partir del cinco de agosto de ese año, y forma parte también de la colección de la Hemeroteca Digital de la BNE. Otras referencias bibliográficas para este título son las de José Simón Cabarga (1982) y Antonio del Campo Echevarría (1987).