Con el subtítulo “periódico semanal de literatura, artes y ciencias”, los editores barceloneses Montaner y Simón, cuya imprenta estaba especializada desde 1868 en publicaciones ilustradas de lujo, sacaron esta revista de gran formato el uno de enero de 1882 como obsequio de los suscriptores a su colección libresca Biblioteca Universal Ilustrada, y pronto compitió con La ilustración española y americana (1870-1921), por su gran difusión (tanto en la península como en Hispanoamérica), su imagen extraordinariamente lujosa y profusamente ilustrada, primero a base de xilografías o galvanotipos y después con fotograbados y fotografías, como así señala Pilar Vélez en uno de los estudios sobre esta revista, siendo considerada como la “obra magna” de sus editores, a juicio de Cecilio Alonso.
Tal como señala en la portada de sus tomos, además de estar “adornada con una magnífica colección de grabados debidos a los primeros artistas nacionales y extranjeros”, estuvo redactada por los “más notables escritores nacionales”, y en sus primeras portadas dio razón de los mismos, entre los que se encontraba Emilio Castelar (1832-1899), que estuvo al frente de una sección propia bajo el título “Revista literaria y artística”, y cuyos 24 últimos artículos que publicó en la revista antes de fallecer denominó “Murmuraciones europeas”, y que han sido analizados por Dénis Rodrígues.
Junto a Castelar fueron redactores y colaboradores de la revista Leopoldo Alas (Clarín), José Echegaray, que publicó crónicas madrileñas y parisinas, José Ortega y Monilla, Giner de los Ríos, Madrazo, o Brú, Benet y Frontaura, entre otros. Después se sumaron más escritores, como Emilia Pardo Bazán, que tendrá también sección propia y escribirá unas crónicas de salón, así como Menéndez Pelayo, Valle Inclán, Pérez Galdós, Ossorio y Bernard o Juan Valera, Eusebio Blasco, Manuel Blasco y R. Beltrán Rózpide, autor de una revista hispanoamericana, entre otros muchos.
Su primera cabecera será de estilo muy clasicista, obra del dibujante Josep Pascó (1855-1910). A partir de su número de 25 de septiembre de 1883 empezará a publicar fotografías a través del sistema de fotograbado de Meisenbach, con la reproducción de cuadros de la Exposición Internacional de Munich. También desde 1891 el taller de Josep Thomas realizará grabados para la revista. Colaborarán los mejores dibujantes de la época y entre éstos estuvieron Antoni Fabrés, Baldomero Galofre Jiménez, José Llovera, Balaca y Marqués, de los que da cuenta el estudio de Eliseo Trenc.
Contrató con Le monde illustré la inserción de reproducciones de las obras más notables de las exposiciones artísticas parisinas y sus grabados originales fueron adquiridos por otras publicaciones ilustradas extranjeras, como así lo indica María Rosario Álvarez, que en 2010 lleva a cabo un pormenorizado estudio de la revista y su relación francesa.
En entregas semanales que primero fueron de ocho páginas y después, generalmente, de dieciséis, sus textos, compuestos a tres columnas, comenzaba con el sumario y se estructuran en secciones, como la titulada “Revista científica y literaria”, y estaban integradas por artículos, de divulgación sobre historia, medicina, experimentos y adelantos científicos y mecánicos, artes (su primer número estuvo dedicado a Fortuny y dio cuenta de las exposiciones internacionales, artísticas y parisinas), literatura, teatro, bibliografía, semblanzas biográficas, crónicas sociales, políticas, culturales, de espectáculos, reportajes, entrevistas a escritores y artistas, relatos de viajes y exploraciones, noticias, misceláneas, novelas por entregas, relatos breves y cuentos, algunas composiciones poéticas, leyendas de tradiciones y costumbres, etc. Reprodujo artículos traducidos de firmas francesas. Dio cuenta de los principales acontecimientos europeos y mundiales y de los conflictos bélicos, como las guerras cubana (cuya repercusión en la revista ha sido estudiada por Marie-Claude Chaput), ruso-japonesa y la primera mundial, con textos acompañados de numerosas fotografías.
Cada tomo anual de su colección incluye un índice de autores y grabados y la de la Biblioteca Nacional de España acaba el 25 de diciembre de 1916, aunque hay autores, como Miguel Ángel Sánchez Vigil, que señalan que siguió publicándose hasta el año siguiente.
Algunas imágenes cedidas por TECNODOC.