Con la asunción de la Regencia de María Cristina por la minoría de edad de Isabel II y el proceso de transición al Estado liberal, el periodismo español va a dar un salto cualitativo de madurez que lo situará a nivel europeo. Si los liberales progresistas habían fundado su gran diario –Eco del comercio- en 1834 en torno a Fermín Caballero, entre otros, un año después Andrés Borrego (1802-1891) hará lo propio impulsando el gran diario del liberalismo moderado y reformador, que comenzará a editarse el uno de noviembre de 1835.
Para ello se constituirá la primera empresa editorial de la prensa española, que bajo la fórmula de Sociedad Anónima se denominará Compañía Tipográfica, cuyo capital será aportado por nobles y terratenientes, con especial intervención de Gaspar Remisa, que dispondrá de talleres propios, a cargo de C. Wood, con la más moderna maquinaria procedente de Londres. Borrego, que como exiliado había trabajo en la prensa de París y Londres, incorporará un aire nuevo al periodismo español, por su innovación material, técnica e intelectual, con un periódico inspirado en el Times londinense, asimismo preocupado por las cuestiones sociales, pues no en vano El español se subtitulará “diario de las doctrinas y de los intereses sociales”, y adoptando un tono democrático, a juicio de María Cruz Seoane. Pero sobre todo será el vértice del periodismo “monárquico-constitucional”.
Un diario de cuatro páginas de gran formato (que irá variando), con tipografía pequeña, a tres, a cinco y hasta seis columnas, que innovará además la publicidad y con una “ordenación rigurosa de los contenidos”, tal como señala Gómez Aparicio, que se constituirá en el modelo de la prensa informativo-política a lo largo de todo el siglo XIX, que también había adoptado en el campo del liberalismo progresista el Eco del comercio.
Ofrecerá una amplia y cuidada información política nacional e internacional a través de redactores propios y las crónicas de sus corresponsales en París, Londres y Lisboa y en las diversas provincias españolas. Insertará diariamente un artículo editorial así como otros de fondo y de colaboración. No faltarán nunca las cartas de los lectores y revistas de prensa nacional y extranjera. Tendrá secciones como Actos del gobierno, Extractos de periódicos, Espectáculos, Cortes, Bolsa, Correspondencia, Tribunales, Variedades, etc. Introducirá asimismo el folletín y dará también amplitud a la información económica y comercial, con el movimiento portuario, los precios de los mercados nacional e internacional, los fondos públicos, etc.
Borrego, un liberal conservador inteligente, no reaccionario y rara avis de la política española, tal como señala Seoane, dará un tono democrático al periódico incorporando a su redacción a una joven generación de periodistas españoles de un amplio espectro ideológico. Entre los redactores y colaboradores destacan Ignacio José Escobar, primer marqués de Valdeiglesias; el poeta José Zorrilla; el mismo Mariano José de Larra, que escribirá artículos de crítica teatral, literarios y de costumbres; carlistas como Francisco Navarro Villoslada y Gabino Tejado, o un moderado como Agustín Esteban Collantes, así como Manuel Flores Calderón, Saturnino Calderón Collantes, Santos López Rosas y Luis González Bravo. Entre sus colaboradores estarán Antonio Ríos Rosas, Juan Donoso Cortés, Luis José Sartorius (conde de San Luis), y José Espronceda, entre otros.
Ante el carácter independiente que Borrego pretende dar al periódico, si al principio apoya a Álvarez Mendizábal, pronto se mostrará contrario a su política y hará suya la crítica de Flórez Estrada a la desamortización. La Revolución de la Granja con la imposición de la Constitución de 1812 a la Reina Regente, llevará a Borrego a dimitir como director del diario el 15 de agosto de 1836, coincidiendo también con un cambio en el accionariado de la empresa y con su nombramiento como embajador en Londres por el ministerio de Francisco Javier Istúriz.
Tomarán entonces el mando del periódico dos progresistas, Juan José Carrasco y Manuel de Lis, pero a los pocos días será Collantes su nuevo director, al que le sucederá Villoslada, terminando el diario su primera época el 31 de diciembre de 1837, después de haber editado 790 números, a cuya desaparición ayuda no sólo la ausencia de Borrego sino también la presencia del otro diario moderado que había aparecido en junio de 1936: El mundo. Borrego, por su parte sacará otro periódico, El correo nacional (1838-1841), a través del que defenderá la Constitución de 1837.
El español tendrá una segunda época, haciéndolo reaparecer Borrego el uno de junio de 1845, con el número 289, es decir el siguiente al que le hubiera correspondido si lo hubiera seguido dirigiéndolo en su primera época. En esta ocasión saldrá de las imprentas de J. Ducazcal, de la Sociedad de Operarios y la propia de El Español. Aumentará sus corresponsales de provincias y del extranjero y llegará a incluir hasta cuatro folletines diarios. En esta época se mostrará contrario al conde de Montelín como futuro marido de Isabel II, pretendiente que era defendido por Jaime Balmes. Será ya un periódico doctrinario con la intención de promover un partido conservador. Dejará de publicarse durante quince días a partir del 18 de marzo de 1846, como protesta a la nueva ley de imprenta decretada por el ministerio de Ramón María Narváez, y desaparecerá definitivamente el 16 de abril de 1848, cuando el general Narváez regrese al poder, del que se había declarado opositor. Tras una existencia poco prolongada, el diario anuncia su despedida indicando que Borrego sacará un nuevo periódico: El constitucional.
Otra de las innovaciones que introducirá Borrego a través de El español será el suplemento, como “revista de literatura, bellas artes y variedades”, de 16 páginas, al frente del cual estará Villoslada. En ella escribirán Juan Eugenio Hartzenbusch (crítica teatral), José Amador de los Ríos (historia), Manuel Cañete (política), así como el dramaturgo Luis Valladares Garriga y el académico Cayetano Rosell, entre otros.