El periodista y escritor Eduardo Zamacois (1873-1971) y el editor catalán Ramón Sopena se asociaron para la publicación de esta “revista semanal ilustrada”, que empezó a aparecer en Barcelona todos los domingos a partir del seis de noviembre de 1898. Como primer director, Zamacois quiso diferenciarla de las revistas que triunfaban en ese momento de renovación de la prensa española, por lo que se no sería como Nuevo mundo (1894-1933), por sus menores contenidos de actualidad informativa, y le daría el tono picante del que carecía la “rosa” Blanco y negro (1891-2000), dándole un tono marcadamente festivo, humorístico, frívolo, atrevido y, en suma, erótico, tal como señala Cecilio Alonso, y con la que pretendía burlarse de los valores tradicionales de la sociedad, en palabras de María Pilar Celma.
Impresa con papel de calidad, pequeño formato, encuadernable, y doce páginas por número, que después fue ampliando hasta alcanzar las 24, su portada casi siempre sería ocupada por una fotografía de una actriz o una “modelo”, dejando para su interior el resto de fotograbados y dibujos de mujeres más ligeras de ropa o desnudas, así como caricaturas, chistes y tiras cómicas subidas de tono pero alejadas de lo obsceno (aunque llegará a ser perseguida, acusada de pornográfica), obra de dibujantes como Modesto Méndez Álvarez (1885-1940), el turolense Teodoro Gascón Baquero, Francisco Navarrete, que llevará la dirección artística de la revista, el sevillano Pedro de Rojas, haciendo este incursiones en el humor político, o Gil Baer. Con sus secuencias fotográficas, escenificadas por actores, la revista inicia también lo que más tarde se ha conocido como fotonovela. Sus ilustraciones, que fueron variadas, incluyen también reproducciones de obras pictóricas así como un buen número de fotografías de actualidad.
Al protagonismo iconográfico de la revista, se sumó su carácter marcadamente literario, por el que se ha querido vincularla al grupo Germinal (1897-1899) y demás revistas en torno a la generación del 98, al que perteneció el propio Zamacois y muchos de los colaboradores de Vida galante, como Joaquín Dicenta, Antonio Palomero, Jacinto Octavio Picón o Tomás Orts Ramos, aunque este último sólo publicara un relato. Una larga nómina de escritores y periodistas avezados participaron en su redacción, como Sinesio Delgado, Alejandro Larruniera, Juan Pérez Zúñiga o Mariano Vallejo; también jóvenes entonces en ascenso, como Jacinto Benavente, Gregorio Martínez Sierra, Arturo Reyes, Manuel Bueno, Ricardo J. Catarineu, Francisco Villaespesa y Alfredo E. Carrasco, autor este de prosas narrativas, memoriales y algunas crónicas; y aficionados a la literatura, como José Brissa y E. Alberto Carrasco, llegando a publicar este hasta 24 composiciones poéticas, o Francisco de la Escalera, autor de unos sesenta cuentos. Pero también se dieron cita en sus páginas literatos de la emigración parisina, como Alejandro Sawa, Enrique Gómez Carrillo o Luis Bonafoux. Así como Salvador González Anaya, Luis Araquistáin, José de Cullar, Manuel Soriano, Antonio Galiardo o Juan Oliva Bridgman.
En el plano de la creación literaria, junto al cuento alegre y de enredo amoroso con calidad literaria y el poema festivo alejado de lo chabacano, en sus páginas se publican novelas seriadas de autores españoles y europeos y son traducidas obras de Balzac, Mendès, Baudelaire, Daute y Gautier, entre otros. Sin embargo, excepto la teatral, la crítica literaria es escasa en sus páginas. La crónica de la semana la firmará Juan de Mañara y, desde el número 13, Luis de Montemar, probablemente seudónimos de Zamacois, que utiliza también los de El Seductor y Tik-Nay. Contó también con otra crónica semanal desde París, firmada con el seudónimo Un Boulevardier. También publicó semblanzas biográficas de escritores consagrados y de la joven generación (acompañados de fotograbados de sus retratos), e hizo algunas incursiones en los asuntos sociales y políticos, así como en deportes y modas, además de otros pasatiempos. En palabras de Celma, la revista representó un “buen muestrario de los intereses generales y de los gustos de fin de siglo”.
A partir de su número 55, correspondiente al 19 de noviembre de 1899, introducirá el color en su portada y contraportada, que irá utilizándolo posteriormente en sus tiras cómicas y en otras fotografías a toda página en su interior. Desde el número 91, correspondiente al 29 de julio de 1900, eliminará el artículo “La” que venía antecediendo a su título, y a partir de su número 100, correspondiente al 30 de septiembre del mismo año, su redacción se traslada a Madrid. A partir de 1902 asumirá la dirección de la revista Félix Limendoux, y con el número 373, de 29 de diciembre de 1905, se despedirá de sus lectores una publicación que, según el propio Zamacois, le servirá de inspiración para la edición de El cuento semanal (1907-1911)