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La Nación (Madrid)

Periódicos
Se trata del diario creado a instancias del propio general Miguel Primo de Rivera (1870-1930), como instrumento de propaganda de su Dictadura (1923-1930) y de la Unión Patriótica (1924-1930), el partido personalista que funda para sustentarla ideológicamente, por lo que es considerado como el principal órgano “oficioso” de prensa del régimen militar primoriverista. Para su fundación y financiación fue utilizada la propia Administración del Estado, a través de los gobernadores civiles, y los fondos aportados por organismos locales y provinciales, además de los de empresarios industriales y bancarios y de otras personalidades monárquicas. Constituida, el 17 de enero de 1925, la Sociedad Anónima Editorial La Nación, con un capital de tres millones de pesetas, siendo el jurista y político Carlos González Rothvoss el presidente de su consejo de Administración y el hijo del dictador, Miguel Primo de Rivera y Sáinz de Heredia (1904-1964), su secretario, comienza a publicarse, como “diario de la noche”, el 19 de octubre de ese mismo año 1925. En su artículo de presentación se dirá que el diario “defenderá y difundirá” las “fórmulas del régimen político” iniciadas por el Directorio, es decir, y en sus propias palabras, las de una “empresa patriótica” bajo los postulados de la “unidad nacional” y el “régimen monárquico”, y durante los seis años que duró el régimen defenderá la rígida censura impuesta, y se irá perfilando ya en sus páginas el “pensamiento totalitario” que desarrollará posteriormente durante el régimen republicano (Seoane y Saiz: 1996). Al principio, el diario tuvo cierta benévola acogida por parte de la prensa en general, como fue el caso del también monárquico ABC (1903) o el de la jerarquía católica española El Debate (1910-1936), pero la democrática mostró poca simpatía o se declaró hostil, especialmente los diarios Heraldo de Madrid (1890-1939), El Sol (1917-1939), La Libertad (1919-1936) y La Voz (1920-1939). Después de que Azorín (1873-1967), que mantuvo una actitud permisiva ante el nuevo régimen, renunciara al ofrecimiento de dirigirlo, el dictador eligió al teniente coronel Pedro Rico Parada, que había ejercido la máxima responsabilidad de la Censura, como su director, hasta que fue sustituido muy pronto, el 18 de diciembre de ese mismo año 1925, por el periodista Manuel Delgado Barreto (1879-1936), que previamente desde la dirección del diario maurista La Acción (1916-1924) había contribuido al golpe de Estado y publicado diez números del semanario satírico que había titulado precisamente La Dictadura (1924). Delgado Barreto ya venía colaborando en La Nación, cuya redacción se nutrirá, precisamente, de redactores y colaboradores del desaparecido libelista La Acción. Entre estos colaboradores estarán Vicente Gay (1876-1949), José María Pemán (1897-1981), José Pemartín (1888-1954), José Calvo Sotelo (1893-1936), César González Ruano (1903-1965), que usó el seudónimo César de Alda, así como Francisco Gambín o Gonzalo Latorre, y con los caricaturistas Gerardo Fernández de la Reguera (1881-1937), que usaba el seudónimo Areuger, y Joaquín de Alba (19121-1983), el de Kin. El propio dictador lo utilizará también para emitir sus comunicados y notas; y, especialmente, contó con la colaboración de Ramiro de Maeztu (1876-1936), que hubo de abandonar El Sol, para ser autor de la sección Pareceres, hasta el 31 de enero de 1928. El periódico primoriverista fue un fracaso de público y tuvo escasa circulación, incluso entre los miembros de la Unión Patriótica. Esta también contó con casi otras tres decenas de cabeceras periodísticas en todo el país, como fue el caso de La Razón (Barcelona: 1928). Tras su dimisión y exilio en París al comenzar el año 1930 y la desaparición de la Unión Patriótica, Primo de Rivera exhortará en carta a Delgado Barreto que el diario no siguiera nunca otra política que la que por él trazada y que no se prestara a ser órgano de partido político alguno. Fallecido el dictador ese mismo año, lo será del sector más ultraderechista de la Unión Monárquica Nacional (1930-1934), el nuevo partido que en julio de ese año será creado por exdirigentes del fenecido régimen. Por su parte, el también hijo del dictador, José Antonio Primo de Rivera (1903-1936), sustituirá también ese mismo año a su hermano Miguel como secretario del consejo de administración de la empresa editora, de la que eran máximos accionistas, permaneciendo Miguel como miembro de su Consejo de Redacción. Por su parte, José Antonio comenzará sus colaboraciones periodísticas en La Nación para rehabilitar, precisamente, el extinto régimen de su progenitor. Establecida la II República Española, el diario dirigido por Delgado Barreto, como portavoz de la ultraderecha monárquica, además de criticar al nuevo régimen democrático, lo hará especialmente contra quien le hará sombra en su propio campo ideológico, el político José María Robles (1898-1880) y la CEDA (1933-1937). Es más, junto a José Antonio Primo de Rivera, con quien había contraído una estrecha amistad tras la muerte del dictador, Delgado Barreto lanzará el único número de El Fascio (16 mar. 1933), siendo impreso en los propios talleres de La Nación. José Antonio inspirará y redactará un buen número de artículos de La Nación hasta 1934, desde donde se patrocinó su candidatura a las elecciones de noviembre de 1933. El diario se mostrará muy favorable al nazismo alemán y acogerá con una entrega total la fundación de Falange (Gómez Aparicio: 1981), de la que se alejará tras la creación, en diciembre de 1934, del monárquico Bloque Nacional, liderado por Calvo Sotelo, y, especialmente, cuando José Antonio considere a la monarquía “gloriosamente fenecida”, en su discruso del 19 de mayo de 1935. Como órgano del Bloque Nacional, el diario propugnará una monarquía purgada de liberalismo y seguirá atacando a Gil Robles y la CEDA, hasta que lleguen las elecciones de febrero de 1936, cuando ambas organizaciones políticas formen candidaturas conjuntas contra las del Frente Popular. Si había publicado numerosos reportajes durante la revolución de octubre de 1934, el diario dirigido por Delgado Barreto también se dedicó a dar amplio espacio a los sucesos anticlericales y a movilizar a través de sus artículos y editoriales a los grupos ultraderechistas contra el régimen republicano y a “salvar” España. La Nación fue formalmente un diario típico de la época, que comenzó con entregas de ocho páginas, compuestas a seis columnas, para después duplicarlas, hasta las 16 páginas, aunque con variaciones en su formato y reducción de su número de columnas. En su cabecera se usaba la tinta de color rojo, como ya lo había hecho el diario La Acción. Estará ilustrado con fotograbados de actualidad y humor gráfico. Indicó que sacaba hasta cuatro ediciones diarias, y tuvo páginas semanales especiales de Deportes, Modas, Agricultura, Finanzas, Arte o Literatura. Además de editoriales y artículos doctrinales, tuvo las clásicas secciones diarias de noticias nacionales, de provincias y extranjeras, junto a otras de temas madrileños, deportes, toros, espectáculos, cine o bolsa, así como crónicas y reportajes. Alberto de Segovia fue el autor de una sección bajo el epígrafe Clisé del día, y Francisco Ramos de Castro, otra en verso titulada Menudencias. Entre sus colaboradores contó también con Francisco Sainz de Robles. El 13 de marzo de 1936 dejará de publicarse, tras el incendio de sus talleres provocado por el atentado falangista del día anterior contra el catedrático, diputado socialista y vicepresidente de las Cortes Luis Jiménez de Asúa (1889-1970) en el que resultó muerto su escolta, el inspector de policía Jesús Gisbert. Tras el golpe de Estado y el comienzo de la guerra civil, varios miembros de La Nación fueron fusilados: su redactor jefe, José San Germán Ocaña (1887-1936); el jefe de Deportes, Leoncio Delgado Cruz, que usaba el seudónimo El Capitán Grant, el redactor Juan Laguía Lliteras y el ya citado dibujante Areuger. Detenido el propio Delgado Barreto, no se conocerá su destino final.