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Revista de avance

Literatura
Es considerada como la publicación más importante y singular del movimiento de renovación integral de la vida artística, literaria, intelectual y política cubana. Fue difusora de las vanguardias europeas, principalmente la española, así como de otras literaturas y artes del continente americano, y órgano de sus entonces jóvenes intelectuales o lugar de exhibición del vanguardismo plástico, estético y literario cubano, que la propia revista inauguró. Se publica entre los años 1927 y 1930, centro cronológico del grupo generacional artístico y político (1923-1933) que fue pórtico de la posterior revolución cubana, tal como lo expresa Carlos Ripoll en su ensayo de 1964 sobre la revista. Comienza a publicarse, en entregas quincenales, el 15 de marzo de 1927, siendo sus editores los fundadores del Grupo Minorista, Alejo Carpentier (1904-1980), Francisco Ichaso (1901-1962), Jorge Mañach (1898-1961), Juan Marinello (1898-1977) y Martí Casanovas (1894-1966), siendo este el único español, pero radicado en Cuba. Se la conoce para identificarla por el subtítulo “revista de avance” que adoptó y prevaleció en su portada (estampada a color con plástica vanguardista), aunque su verdadera cabecera fue cambiante y correspondió a cada año de edición: 1927, 1928, 1929 y 1930. Ello fue un signo más de la actitud transgresora de las vanguardias y sobre el particular los propios editores escribieron en su artículo de presentación, bajo el epígrafe Al levar el ancla: “No que creamos que 1927 signifique nada, sin embargo. El año que viene, si aún seguimos navegando, pondremos en la proa ’1928’; y al otro, ‘1929’; y así… ¡Queremos movimiento, cambio, avance, hasta en el nombre!”. En el segundo número, Carpentier será sustituido en el consejo editorial por José Zacarías Tallet (1893-1998), que permaneció en el hasta el número 26; y cuando Casanovas es acusado de comunista, encarcelado y expulsado del país, su puesto será ocupado, desde el número once, por Félix Lizaso (1891-1967), por lo que continuaron siendo “Los Cinco” o “Los 5” (a partir del número 27, serán cuatro) los firmantes del primer artículo de cada entrega, que, bajo el epígrafe Directrices, es considerada la sección más importante de la revista, en la que se comentarán temas y acontecimientos culturales y artísticos o los conflictos políticos de Cuba y otros de carácter internacional. En esta especie de sección editorial se escribirá sobre los centenarios de Góngora o Goya, se defenderá la reforma universitaria cubana, se censurará el imperialismo, se auspiciarán exposiciones o se dará respaldo a las vanguardistas. Otras secciones de la revista son Letras hispánicas y Letras extranjeras, en las que se ofrecen las novedades estéticas y literarias. En la primera sus editores y colaboradores escriben comentarios sobre obras y trabajos que vienen de fuera de la isla, de españoles como Dámaso Alonso, Luis Araquistain, Ramón Gómez de la Serna, Federico García Lorca, Guillermo de Torre, Ramón María del Valle Inclán o de Azorín, o del argentino Jorge Luis Borges; pero también de los autores cubanos, como el propio Lizaso, Eugenio Florit, Mariano Brull o Regino Boti. En la segunda son comentadas, entre otras, obras de Waldo Frank, Curzio Malaparte o Henri Babusse. En la sección Almanaque se publicarán reseñas o notas sobre la otra cultura europea y americana, de sus libros, obras teatrales y cinematográficas o de síntesis de revistas, y en la misma aparecen comentadas conferencias de Ramiro de Maeztu, Américo Castro, Gregorio Marañón, Max Enríquez Ureña o José Vasconcelos, así como acontecimientos nacionales y culturales cubanos: exposiciones, conciertos, homenajes e inauguraciones. Y en la titulada Index Barbarorum serán enjuiciados errores o abusos del lenguaje. A ello, la revista suma artículos, ensayos, textos en verso, fragmentos de novelas, narraciones, semblanzas y críticas literarias, pictóricas, musicales o teatrales. Así, aparecen por vez primera traducidos en la isla textos de Jorge Santayana, André Gide o Máximo Gorki, ensayos de Bertrand Russell o críticas de John Dos Passos, Ezra Pound o Paul Valéry, o un drama de Eugene O’Oneill. La base ideológica de la revista se enmarcará en un verdadero descubrimiento y revalorización del pensamiento del “héroe nacional” José Martí (1853-1895), en la búsqueda de las raíces de la nacionalidad y la identidad cubanas y en el combate contra el imperialismo y el caudillismo, pero sin corsé partidista. Ripoll señala que muchas de las mejores páginas de Mañach, Marinello, Ichaso y Lizaso se escribieron en esta revista, pero la nómina de escritores cubanos que la enriquecieron es larguísima, comenzando muchos de ellos aquí sus carreras literarias, y entre estos aparecen Agustín Acosta, Regino E. Boti, Mariano Brull, Alfonso Hernández Catá (de origen español), Enrique José Varona, Medardo Vitier o José María Chacón y Calvo. Además de escribir sobre el vanguardismo o sobre Martí, lo harán sobre el criollismo, la intelectualidad y las inquietudes cubanas, sobre arte y política, pero también sobre Henrik Ibsen, Luis de Góngora o Fernando de los Ríos. Entre los colaboradores españoles estuvieron José Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno (que ofrece una curiosa interpretación del vanguardismo cubano), Américo Castro, Francisco Ayala, Guillermo Díaz Plaja, Benjamín Jarnés, Eugenio D’Ors, Fernando de los Ríos o Araquistain, así como el poeta Federico García Lorca, y los hispanoamericanos Alfonso Reyes o César Vallejo, entre otros muchos. Manuel Aznar, Ramiro de Maeztu o Mañach escribieron sobre la “esencial incomprensión entre España y América”; Leopoldo Lugones y Araquistain polemizan sobre cuestiones internacionales; se respalda al Grupo Minorista y la independencia cubana, su arte vernáculo y el nuevo; se protesta por el encarcelamiento de sus editores; se da respuesta al paternalismo de algunos escritores españoles; se defenderá al pintor Diego Rivera; se indagará a través de una encuesta sobre lo que debe ser el arte americano; se explorará sobre la poesía negra, pero también la experimental, o la de signo proletario o socializante representada por Regino Pedroso, participando asimismo en la polémica entre la revista madrileña La Gaceta literaria (1927-1932), de Ernesto Giménez Caballero, y la bonaerense Martín Fierro (1924-1927). Revista de avance es también una publicación destacada para la plástica y las bellas artes, al ofrecer en sus páginas numerosas ilustraciones y grabados de dibujos y retratos, entre otros. Son reproducidas obras de Jean Cocteau, Salvador Dalí, Pablo Picasso, Diego Rivera o de Henri Matisse, pero también del cubano Antonio Gattorno, entre otros muchos; e ilustran sus páginas pintores isleños como Carlos Enríquez Gómez, Eduardo Abela o Víctor Manuel García, o el español José Moreno Villa, entre otros. También publica estudios sobre música cubana y sus compositores, entre ellos Pedro Sanjuán, Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla, y no quedan al margen otros textos sobre física, ciencias sociales, economía, política, historia, arquitectura, cinematografía e, incluso, deportes. Fernando Ortiz Fernández publica sus trabajos etnográficos y Lydia Cabrera ofrece sus cuentos folclóricos sobre el ascendente africano de la poesía cubana, el negrismo y el indigenismo sustentado por Mariátegui. Revista de avance se sumó así al movimiento de otras revistas hispanoamericanas, europeas y españolas de las vanguardias artísticas y literarias, y publicará algunos números extraordinarios, como los dedicados al español Ramón Gómez de la Serna (25), a México y sus escritores (28), a José Martí (31), al hispanista e hispanoamericanista norteamericano Waldo Frank (42) o al homenaje póstumo al peruano José Carlos Mariátegui (47). Además de organizadora de la exposición Arte nuevo, por la que se considera oficialmente inaugurado el vanguardismo en Cuba, desde la revista también se creó una editorial, que publicará obras de Mañach, Marinello, Ichaso o Sergio Carbó, entre otros. Fue estampada en La Habana, en entregas de paginación variable –en torno a la treintena y compuestas a dos columnas- y continuada en cada tomo. El primero contiene hasta el número 12, de 30 de septiembre de 1927 (326 p.). El segundo, los números 13 a 17, desde el quince de octubre al 15 de diciembre de 1927 (140 p.). En su segundo año, sus entregas serán definitivamente mensuales y el tercer tomo recoge de la 18 a la 29, desde el quince de enero al 15 de diciembre de 1928 (368 p.). El tomo cuarto, que corresponde al tercer año, incluye los números 30 a 41, de quince de enero a quince de diciembre de 1929 (380 p.), siendo este el último de la colección en la Biblioteca Nacional de España. En 1930 publica un quinto tomo (287 p.) hasta alcanzar su entrega 50 y última, que salió con retraso para incluir una protesta contra la disolución por parte del gobierno tirano de Gerardo Machado de la manifestación universitaria del 30 de septiembre de ese año, en la que muere el estudiante Rafael Trejo y se produce la detención de Marinello. Ante la previsión de la suspensión de las garantías constitucionales y la instauración de la censura previa, la revista anunció su cierre. Cada tomo incluye un índice de autores y Carlos Ripoll publica también, en 1969, los índices de autores, pintores, títulos, primeros versos, onomástico y temático de la revista, acompañados de un prólogo. Abundan las referencias sobre la misma y el movimiento vanguardista cubano, y citamos aquí los trabajos de Klaus Müller-Berg (1969), Cida Solano Chase (1976), Hugo Verani (1987), Jorge Schwartz (1991), Enriqueta Morillas Ventura (1992), Francine Masiello (1993), Celina Manzoni (1999 y 2004), Gloria Videla de Rivero (2011) y Michèle Guicharnaud-Tollis (2012).