Su fundador y primer editor y director fue el gaditano Abelardo de Carlos y Almansa (1822-1884), quien, tras una inicial y fructífera experiencia editora-periodística en provincias, había adquirido el madrileño El Museo universal (1857-1869), revista heredera de la prensa pintoresca e ilustrada antecesora, a la que sustituye dándole este nuevo título, en el que mantiene el término ilustración y al que suma a española el adjetivo americana, como natural expansión de la difusión de una lengua y cultura común intercontinental; y, siguiendo el modelo de las grandes revistas ilustradas europeas, será el máximo exponente del periodismo gráfico español del siglo diecinueve. Aparece su primer número en una época de reformas políticas, como es la del Sexenio Democrático, el 25 de diciembre de 1869; marcará un hito en las primeras décadas de la Restauración y, tras irrumpir y empezar a desarrollarse el nuevo fotoperiodismo en las postrimerías de la centuria, sobrevivirá dos décadas más, hasta el 30 de diciembre de 1921, día en el que publica su última entrega. Si en sus páginas se da cita una larguísima nómina de destacados literatos, publicistas y periodistas, a ellas se incorporarán definitivamente, trazados con un realismo y calidad excepcional, los dibujos de actualidad, estampados a través de unos grabados de gran belleza y maestría, considerados auténticas instantáneas de toda una prolongada época histórica.
No sólo aparece la secuencia “año 14” en las indicaciones de su número 1, que era la cronológica correspondiente al título que sustituye, sino que este es incorporado a su subtítulo: “museo universal: periódico de ciencias, artes, literatura, industria y conocimientos útiles”. Estas siguen siendo las materias básicas de los contenidos de una revista ilustrada, que, aún haciendo profesión de independencia política y estricta neutralidad en la lucha partidaria, dará cabida al mismo tiempo a todas las ideas, a la vez que incorporará y desarrollará la información de actualidad, que entonces se le denomina de sucesos, pero que alcanza a todos los acontecimientos: no sólo las catástrofes, guerras o revoluciones, sino a los hechos políticos, militares, institucionales, académicos, artísticos, científicos, culturales, sociales o históricos.
Entre sus secciones se encuentran las siguientes: Crónica general (firmada por José Fernández Bremón y que mantiene a lo largo de su vida); Nuestros grabados (descripción de los mismos); Artículos científicos (de filosofía, botánica, zoología, física, química, astronomía o técnica); Actualidad (acontecimientos políticos y sociales, nacionales e internacionales); Narraciones varias y Álbum poético (textos de creación literaria, narrativa o dramática, de autores como Alejandro Larrubiera, Alejandro Sawa, Ramón María del Valle Inclán, Antonio Grilo, Manuel del Palacio, Ricardo Sepúlveda, Salvador Rueda, Manuel Reina, Manuel Navarrete, Luis Gabaldón, Javier de Burgos, José Zahonero, Eduardo de Lustonó o Eduardo Zamacois, entre otros); y Libros. Publicará frecuentemente crónicas parisienses y otras bajo el epígrafe Por ambos mundos, y tendrá también secciones de crítica literaria, pictórica, musical y teatral.
Entre sus colaboradores también se encontraron José Zorrilla, Ramón de Campoamor, Juan Valera, Leopoldo Alas Clarín, Emilio Castelar, Miguel de Unamuno, Ángel Fernández de los Ríos, Peregrín García Cadena, Manuel Cañete, José Velarde, Miguel Rodríguez Ferrer, Patrocinio de Biedma, Francisca Sarasate, Manuel Fernández Cuesta, Manuel Fernández González, José de Castro y Serrano o Francisco Pi y Margall, entre otros muchos.
También destacará la publicidad o anuncios comerciales que inserta, especialmente los de higiene personal o los productos médicos. Será una publicación para suscriptores, y dado su precio, dirigida a las clases burguesas, altas y cultas, quienes a través de sus páginas obtendrán un conocimiento ilustrado mundial.
Al poco de su aparición alcanzó ya los 2.000 ejemplares, una tirada inusitada en aquél tiempo para este tipo de publicaciones, a la vez que tuvo que competir durante los dos primeros años con La ilustración de Madrid (1870-1871). Pero el éxito de la revista de De Carlos terminó por absorber a la puesta en circulación por su rival Eduardo Gasset y Artime –propietario también del diario El imparcial- , que había sido puesta bajo la dirección de los hermanos Valeriano (1833-1870) y Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), quienes aún tendrán tiempo, al igual que otros, a pasarse y colaborar en la revista de De Carlos. El éxito de esta responderá a tres cualidades: a un exquisito cuidado en la utilización de las técnicas tipográficas y de impresión, al impulso y desarrollo del uso informativo del elemento gráfico y a la incorporación de relevantes colaboradores literarios y artísticos (Gómez Aparicio: 1971). Sánchez Vigil (2008) añade que se deberá también a su gran formato, que será similar al de los diarios, con entregas de dieciséis páginas, compuestas a tres columnas, y a la edición de suplementos, en donde resaltarán sus ilustraciones a toda plana y doble página. Nace semanal, a partir del cinco de agosto de 1870 será decenal y después aparecerá los días 8, 15, 22 y 30 de cada mes. La revista empezó a ser estampada en la Imprenta de Gaspar y Roig y después en la de Tomás Fortanet, hasta que pase a la de Rivadeneyra, que De Carlos adquirirá para constituir una de las principales empresas tipográficas y editoras más importantes del último tercio del siglo XIX español.
En las páginas de esta revista, la estampación del grabado de madera alcanzará su madurez y culminación, dando cabida a los dibujos realizados a pluma o lápiz, siendo el pintor y dibujante Juan Comba (1852-1924), tras su incorporación a su redacción en 1872 -en la que permanecerá hasta 1907-, el gran introductor, artífice y perfeccionador del género artístico-informativo, comenzando a realizar, desde 1880, fotografías como auxilio de sus ilustraciones a lápiz, publicando también reportajes y utilizando técnicas como la del medallón (especie de zoom), siendo por ello considerado el primer periodista gráfico español y el más fiel cronista y reportero de la Restauración. Mientras que la información ilustrada del extranjero fue adquirida y procedía de los clichés de las principales revistas francesas o inglesas, la elaboración de la española devino en la formación de una auténtica escuela de maestros gráficos, entre dibujantes y grabadores, y al frente de estos estuvo Bernardo Rico y Ortega (1825-1894), responsable del diseño de la revista, director artístico y jefe de los talleres de Rivadeneyra, acompañado por su hermano Martín (1833-1908), de Arturo Carretero Sánchez (1852-1903) o de Tomás Carlos Capuz Alonso (1834-1899), todos ellos también dibujantes y grabadores. Y entre otros autores de sus dibujos estuvieron artistas que adquirieron, además, cierta especialización, como Daniel Perea (1834-1909), como retratista de reyes, militares, políticos, artistas, intelectuales, eclesiásticos, científicos o personajes de la alta nobleza; o el pintor y dibujante José Luis Pellicer (1842-1901), quien junto al citado Bernardo Rico, dibujaron del natural o a partir de croquis o fotografías de actualidad, siendo Pellicer enviado especial en la guerra carlista (1872-1876) y la guerra ruso-turca (1877-1878), así como corresponsal de las principales revistas ilustradas europeas. A los citados se sumaron los pintores Alejandro Ferrant (1843-1917), Isidro Gil (1843-1917), Enrique Simonet (1866-1927) y Eduardo Sánchez (1869-1949); el también pintor y humorista gráfico republicano Francisco Ortego (1833-1881), o Tomás Padró, Félix Badillo, Manuel Alcázar, Domingo Muñoz, Manuel Domínguez, Daniel Ortego o Mariano Pedrero. A los que se unió una auténtica red de corresponsales gráficos en provincias, entre los que cabe citar al barcelonés Manuel Obiols Delgado (c. 1860-1911), el sevillano Ramiro Franco Pacheco, el valenciano Castells y José Riudavets (1840-1902), entre otros muchos.
Para la estampación de sus grabados utilizó la xilografía y, según Gómez Aparicio (1971), se caracterizó también por la innovación en el empleo de la zincografía, como técnica que reemplazó la madera por el zinc. Su primer fotograbado apareció pronto, el 2 de septiembre de 1883, y su primera fotografía en color (tricomía) el 22 de de diciembre de 1888. La aplicación de la técnica del fotograbado durante los últimos años del siglo coincidirá con el máximo esplendor de la revista y sus tiradas más abultadas. Así como en los pies de los grabados de los dibujos tomados de fotografías era norma en la revista expresar el nombre del fotógrafo (como puede ser el caso de J. Laurent), hasta 1910 no aparecerán los nombres de estos en los fotograbados.
A partir de 1881, el hijo del fundador, Abelardo José de Carlos Hierro (1848-1910), había empezado a dirigir la revista, sucediéndole en la dirección, en 1898, su cuñado Alejandro Moreno y Gil de Borja (1850-1931). En diciembre de 1907 publicará un número extraordinario, con motivo de su 50ª aniversario. En 1914, iniciará una segunda época, cuando el industrial vasco Rafael Picavea, propietario del periódico donostiarra El pueblo vasco, adquiere la empresa editorial, y Wenceslao Fernández Flórez es nombrado redactor-jefe. Con el nuevo siglo, la revista había comenzado a experimentar una decadencia que se prolongaría durante dos décadas. Entre las causas de su definitiva desaparición se encuentra el agotamiento de un modelo periodístico que se había sumido en la rutina y quedado periclitado frente a nuevos títulos que, a partir de la última década de la centuria decimonónica, empezaron a surgir para renovar la prensa gráfica española, que irá sustituyendo el dibujo (que quedará al final relegado a lo artístico) por la fotografía de actualidad y, en definitiva, el nacimiento y desarrollo del fotoperiodismo y el reportaje fotográfico. Según la estadística oficial, en 1920 La Ilustración española y americana tenía una tirada de 2.000 ejemplares frente a los 100.00 de Blanco y negro (1891-2000), los 75.000 de Nuevo mundo (1894-1933), los 120.000 de Mundo gráfico (1911-1938) o los 60.000 ejemplares de La esfera (1914-1931). Aún así, la vida de otra de las revistas que había dado lugar a la creación de la empresa editorial de Abelardo de Carlos, -La moda elegante ilustrada (Cádiz: 1849) y que en 1870 había trasladado a Madrid- prolongará su publicación hasta 1927. Sobre las causas de la desaparición de La ilustración española y americana véase el estudio de Desvois incluido en La prensa ilustrada en España (1996), que recoge los trabajos del Coloquio de Rennes (1992), en donde participan también Botrel, Ayrault, Le Bigot o Castellano. Además de la historia del periodismo español de Gómez Aparicio, Seoane y Sáiz, o sobre la historia de la fotografía, de López Mondéjar, véanse también, entre otras obras de referencia, la tesis doctoral sobre Comba y otros artículos de Miguel B. Márquez sobre De Carlos y su revista, o el trabajo sobre el fotograbado y la fotografía informativa en España en el siglo XIX, de Bernardo Riego (2001).
Algunas imágenes cedidas por TECNODOC.