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La Lidia (Madrid. 1882)

Toros
Está considerada no sólo como la más importante revista de las dos últimas décadas del siglo XIX, sino de la historia del periodismo taurino español, por la modernidad de su presentación, por la calidad de sus redactores y colaboradores y por la finura de sus bellas estampas cromolitográficas en color que introdujo en la prensa española, como ya señalara Pedro Gómez Aparicio en 1971. Fundada por Julián Palacios Salinero (-1911), propietario de un establecimiento litográfico madrileño al que dotó de los más modernos adelantos técnicos, quien como su editor-propietario puso al frente de la dirección literaria de la publicación a uno de los más excelentes críticos del momento, el jurisconsulto de origen malagueño Juan Martos y Jiménez (-1891), que usó el seudónimo Alegrías. Publica su prospecto el domingo, dos de abril de 1882, como “revista taurina ilustrada con cromos”, que aparecería el día siguiente de cada corrida habida en Madrid. Cada una de sus entregas está formada por dos páginas de tipografía, compuestas a tres columnas e impresas al principio por José María Ducazcal, y otras dos interiores de ilustraciones estampadas en la litografía de Palacios, quien a partir del cinco de abril de 1885 se hará cargo de la completa impresión de la revista. En sus textos reseña las corridas no sólo efectuadas en Madrid sino también en las principales ferias de otras plazas, y además de estas crónicas, publica cartas críticas, editoriales y artículos, datos y anécdotas del toreo antiguo y moderno, estadísticas, noticias breves, epigramas y alguna publicidad, al final, sobre todo de bibliografía taurina. Fuera de las temporadas taurinas dejaba de editarse, generalmente, desde finales de noviembre a mediados de abril, y durante 1896 redujo su tamaño y pasó a ser una revista semanal ilustrada de arte y literatura. También editará algunos números extraordinarios y un calendario anual. En su estudio sobre esta cabecera, Luis Nieto Manjón la coloca a la cabeza de la edad de oro del periodismo taurino español. En ella convergen un abultado número de los mejores revisteros, escritores e historiadores taurinos de la época, “verdaderos eruditos y maestros”, en palabras de José María de Cossío. Entre el casi centenar de sus firmas, destacan por su gran relevancia una docena, especialmente los considerados tres grandes precursores de la crítica taurina posterior, que además se sucedieron en la dirección de la revista, el ya citado Martos, el también musicólogo Antonio Peña y Goñi (1846-1896), que uso el apodo Don Jerónimo, y el erudito José Sánchez de Neira (-1898). A estos se suman el también erudito y bibliófilo taurino Luis Carmena y Millán (1845-1904), que utilizó el seudónimo Venablo; el periodista y literato Mariano de Cavia (1855-1920), con el alias Sobaquillo; Mariano del Todo y Herrero (1855-1928) –Don Cándido-, que se encargó de las reseñas de las corridas madrileñas y de la mayor parte de las biografías; Aurelio Ramírez Bernal (1849-1911) -PPT-; Leopoldo Vázquez y Rodríguez (1844-1909), que publicó estadísticas; el escritor Manuel Ossorio y Bernard (1839-1904); el compositor Francisco Asenjo Barbieri (1823-1894); Juan Pérez de Guzmán (1841-1928); Antonio Fernández Heredia (-1921) –Hache-; Pedro Mínguez (1852-) –El Tío Capa-; Ricardo de la Vega (1841-); Mariano Pardo de Figueroa –El Doctor Thebussemm-, o Pascual Millán, que firma bajo el seudónimo Varetazos. La revista también contó con corresponsales en provincias y tuvo representantes en Lisboa, México, Veracruz y Buenos Aires. Su director artístico será uno de los más célebres dibujantes y cartelistas taurinos de todos los tiempos, Daniel Perea y Rojas (1834-1909), autor también del mayor número de sus ilustraciones, junto a su hermano Alfredo (-1895), Alejandro Ferrant y Fischermans, Ángel Lizcano (1846-1929) José Cháves (1839-1903), Manuel Giménez. Vicente Bañuls, Ricardo Esteban o Eulogio Varela. Las magníficas litografías al cromo de estos renombrados artistas –en ausencia todavía de la fotografía taurina- “constituyen una de las más bellas colecciones” de las suertes del toreo, además de retratos de diestros y ganaderos o escenas y costumbres taurinas que marcaron época. Como reflejo de los bandos irreconciliables de la afición entre los seguidores de los matadores de toros Salvador Sánchez Povedano (1842-1898) -Frascuelo- y Rafael Molina Sánchez (1841-1900) –Lagartijo-, a los dos años de su aparición, en el seno de la redacción de La Lidia se produjo una división que dio origen a la aparición de La Nueva Lidia (1884-1886). El lagartijista Martos pasa a dirigir esta, mientras que el frascuelista Peña tomará la dirección de la primera. También eran seguidores de Lagartijo los citados Carmena y Cavia, mientras que Neira lo era de Frascuelo. En una época en la que en España se llegaron a editar hasta un centenar de periódicos taurinos, la mayor parte de corta vida y siempre durante las temporadas de feria, La Lidia llegó a tirar hasta 20.000 ejemplares. Pero al final de su vida entró en decadencia. Peña fallece en 1896, en abril de 1897 le sale un serio competidor –Sol y sombra-, un año después fallecen Sánchez de Neira y Frascuelo, y con el cambio de siglo muere también Lagartijo. El 26 de noviembre de 1900, La Lidia publica su último número, después de diecinueve años de publicación ininterrumpida. Con este título reaparecerá en Madrid, en 1914, una nueva revista taurina.