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Revista crítica de historia y literatura españolas, portuguesas e hispano-americanas

Revista crítica de historia y literatura españolas
Literatura
La Revista crítica de historia y literatura españolas, de la que se habían editado seis entregas desde marzo a septiembre de 1895, reaparece en diciembre de este mismo año con su título ampliado, a iniciativa del que había sido su fundador y director de la parte histórica, Rafael Altamira y Crevea (1866-1951), quien compaginaba entonces su labor publicística con la de auxiliar en la cátedra de Giner de los Ríos en la Facultad de Derecho, de Madrid. A Altamira le había ayudado en la iniciativa de esta aventura editorial el traductor, ensayista y crítico Luis Ruiz Contreras (1863-1953), quien, como mecenas de la vida literaria española, será después considerado como una de las figuras secundarias más destacadas de la denominada Generación del 98, habiendo aparecido su nombre como director literario bajo la cabecera del anterior título (que también puede consultarse en esta Hemeroteca Digital). A partir de ahora la responsabilidad de la dirección de la Revista crítica… recaerá únicamente sobre Altamira, hasta que éste se traslade a la Universidad de Oviedo, cuando gane la Cátedra de Historia del Derecho en 1897, y su amigo Antonio Elías de Molins (1850-1909) se haga cargo de su edición y dirección a partir de enero de 1898 y hasta su desaparición, en diciembre de 1902, aunque el nombre del primero seguirá apareciendo junto a éste bajo la cabecera de la publicación (Mª de los Ángeles Ayala: 2006 y 2012). Además, aunque aparezca Madrid como lugar de edición, al final será estampada en imprenta de Barcelona, ciudad en la que Molins será director de su Museo Arqueológico. Con el nuevo título, la revista continúa el mismo plan trazado por Altamira, el de dar cuenta, de un modo especial y exclusivo, de la actividad libresca y de la producción investigadora difundida también a través de revistas y otras publicaciones científicas, de discursos académicos o de documentos inéditos sobre historia general o literaria, de estudios críticos de filología, pedagogía o arqueología dados a la luz tanto en la península (España y Portugal) como fuera de ella, pero muy especialmente en las antiguas colonias españolas o en las entonces modernas naciones hispano-americanas, además de comentar también críticamente otras importantes obras “de amena literatura” o de creación literaria (novelas, poesías, dramas, etc.), todas ellas referidas a la cultura común hispánica. La revista dedicará también especialísimo interés a la historia y literaturas “regionales” (Aragón, Baleares, Cataluña, Galicia, Navarra y Provincias Vascongadas) -inserta un artículo sobre los elementos semíticos de la lengua vasca-; un interés éste “mucho mayor que en ninguna otra publicación”, dirá su nota editorial. Y, en definitiva, la revista servirá para poner en contacto y comunicación a los intelectuales en los ámbitos de la historia y la literatura, la investigación y la creación españoles, portugueses e hispanoamericanos, así como de hispanistas de Europa y América del Norte, dando a conocer críticamente “su labor y reforzando sus lazos de amistad y compañerismo intelectual”. Para Leoncio López-Ocón Cabrera (2000), la doble vertiente de la finalidad de este canal de comunicación científico iberoamericano, promovido por un todavía joven Altamira, fue la de constituirse “como un órgano de propaganda de la historia y de las diversas literaturas nacionales de la península ibérica y de las repúblicas hispano-americanas” y, a través de esa tarea de difusión, facilitar las relaciones entre ellas, para contribuir a éstas “sacarlas del olvido y el aislamiento en el que injustamente estaban”, tal como así lo exponía también el propio Altamira en su nota editorial. Los contenidos de la publicación comprenderá, por tanto, al mundo ibérico en su totalidad, que era lo que de verdad le interesaba tan tempranamente a Altamira, pues, con un propósito mayormente informativo, sin apenas artículos o ensayos, quiso establecer unas nuevas relaciones, no basadas en la vieja idea del imperio, propio del pasado oneroso de conquista y colonización, sino en los valores comunes de la cultura y de la civilización hispánica (Santos M. Coronas: 2004). Sin embargo, en sus páginas no dará cabida a polémicas o rectificaciones, ni tratará de libros doctrinales (políticos, filosóficos o de otro género), respondiendo exclusivamente los propios firmantes de los contenidos de sus textos publicados, no haciéndose solidaria la revista, por tanto, de las opiniones vertidas por sus colaboradores. Con estas premisas, Altamira estableció un foro común para escritores, críticos y ensayistas españoles e hispanoamericanos, al considerar la cultura hispánica como una verdadera comunidad con una misma categoría identitaria (Mario Hernández Sánchez-Barba). Y para ello, atraerá a las páginas de la revista a los grandes intelectuales de aquel periodo finisecular, empezando por sus admirados Joaquín Costa, Marcelino Menéndez y Pelayo, Juan Valera, Leopoldo Alas ‘Clarín’ o Eduardo de Hinojosa, o a una de las figuras de la Renaixança catalana, como el pintor y escritor Santiago Rusiñol. Otras distinguidas plumas de la revista serán Ramón Menéndez Pidal (que se encargará de la sección de filología e historia literaria), Miguel de Unamuno, Benedetto Croce, Arturo Farinelli (que publicará su biografía sobre viajes en España y Portugal), A. Morel Fatio, José R. Lomba y Pedraja, Emilio Cotarelo, Carolina Michaelis de Vasconcecellos, Fernando García, A. Giménez Soler, Severino Doporto, Francisco P. Garofalo, F. Adolpho Coelho, E. Hübner, Julián Ribera, M. Schiff, J. Fitzmaurice-Kelly, Wentworth Webster, H. Butler-Clarke, A. Martínez Salazar, J. de Cámara Manoel, J.R. Mélida, J. Villaamil y Castro, Federico de Maciñeira Pardo, Buenaventura Aribau, Adolfo Bonilla y San Martín, Alfonso Damians, Enrique Fajarnés Tur, Francisco Miquel y Badía, Cosme Parpal y Badía o Felipe Pedrell, además, claro está, los textos que firman los propios Altamira y Elías de Molins . También fue atraído a colaborar en la revista otro americanista como Marcos Jiménez de la Espada, quien publicará a lo largo de 1896 varios trabajos y sobre cuyas Relaciones geográficas de Indias Altamira publica por su parte una profunda crítica bibliográfica. Al respecto de la labor crítica de Altamira, Hebe Carmen Pelosi (2005) expresa cómo el incipiente humanista alicantino sentía especial afecto por esa labor intelectual, al considerar que “la crítica de las obras ajenas era también historia”. Además de los aspectos de la cultura, la historia y la literatura, la revista trató también cuestiones pedagógicas, y en tal sentido la publicación “es un canal precioso, un instrumento muy valioso para informarse y comprender la cultura y la educación en Portugal en los años que aparece publicada. Es un vehículo de difusión de lo portugués en ambientes intelectuales españoles de entre siglos”, puesto que la revista fue muy conocida en los ámbitos universitarios, tal como indica José María Hernández Díaz en su estudio sobre la recepción de la pedagogía portuguesa en España (1998). La revista estará bien estructurada, con secciones de Notas críticas, Notas bibliográficas y de revistas (de historia, literatura, españolas, portuguesas, norteamericanas o extranjeras), Comunicaciones y noticias o Necrológicas. La gran mayoría de sus suscripciones procedieron de países extranjeros, y tuvo corresponsales y puntos de suscripción en Chile, Colombia, México, Paraguay, Perú, República Argentina, Uruguay o Venezuela, así como en Lisboa, París, Berlín, Londres o Torino. La colección de este título en la Biblioteca Nacional de España no está completa. Cada año reinicia la numeración de sus cuadernos, que serán compuestos, primero, a dos columnas y, después, a una, y su paginación será continuada también cada anualidad. En ocasiones edita números dobles, duplicando, asimismo, su número de páginas, establecidas entre el medio y el centenar, respectivamente, contando también con cubiertas. La colección completa de sus siete años de existencia la integran siete tomos. Otras referencias bibliográficas sobre Altamira y esta revista se encuentran en J. Malagón (1989), Pierre Basterra (2005), Nicolás Bas Martín (2007), Jesús Rubio Jiménez y Antonio Deaño Gamallo (2011) o Leticia Sánchez de Andrés (2013).