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La Ilustración obrera

Revistas de información general
“Para el obrero nace” esta publicación, con el objeto de atajar la “incultura popular” y ante el sentimiento de “hambre de saber entre las clases desheredadas”, se dice en su artículo de presentación. Aparecerá cada jueves, desde el 20 de febrero de 1904, con asuntos de ciencias, inventos y aplicaciones técnicas, literatura, arte, actualidades, utilidades e instrucción, y en la que colaborarán a lo largo de sus diferentes épocas “plumas ilustres”, como fueron intelectuales de la talla de Joaquín Costa (1846-1911), Adolfo Álvarez Buylla (1850-1927), Miguel de Unamuno (1864-1936) o Rafael Altamira (1866-1951), y dirigentes obreros como Anselmo Lorenzo (1841-1914), Paul Lafargue (1842-1911), Pablo Iglesias (1850-1925) o Federico Urales, seudónimo del anarquista Juan Montseny Carret (1864-1942), entre otros. Juan Carlos Mainer (1978) dirá que es un claro ejemplo de “revista científica obrera” y “portavoz de la intelectualidad sensibilizada hacia los problemas sociales”, y en sus dos primeras entregas se publicarán cartas laudatorias de Unamuno, Eduardo Benot (1822-1907), Gumersindo de Azcárate (1840-1917), Jacinto Octavio Picón (1852-1923), Adolfo González Posada (1860-1944) y Santiago Alba (1872-1949). Su propietario y editor es J. Masgrau Planas, que había adquirido previamente, en junio de 1903, la revista El Mundo científico (1899) y su primer director, Ángel Alcalde. Cada entrega, en formato folio menor, es de 14 páginas, con foliación seguida, y con una veintena de dibujos, reproducciones pictóricas o fotograbados, por lo que se llegará a calificar de revista obrerista “lujosamente ilustrada”. Su portada es ocupada completamente por una gran ilustración, generalmente un dibujo o una reproducción pictórica con cuadros de carácter social, de Lluís Graner (1863-1929), Ramón Casas (1866-1932), Ricard Opisso (1880-1966) o Pedro de Rojas, entre otros, pero también con fotografías de actualidad política. “Instrucción y amenidad” es el lema que estampa junto a su cabecera en sus dos primeros números, y cuando haga repaso de su primer año de vida (número 53, de 18 de febrero de 1905), se referirá a su labor de “instruir deleitando” y “propagar la higiene”. El “tono pedagógico” será también el espíritu que inspire a este semanario, que, junto a ateneos, bibliotecas populares o la extensión universitaria, servirá para la culturalización de las clases obreras, coincidiendo con el regeneracionismo educativo de la época (Urrutia León : 1997), y en el caso de esta revista será a través de ofrecer conocimientos de novedades científicas y tecnológicas, de agricultura, arte o literatura, pero también a través de enseñar usos higiénicos, como se concreta en textos como La habitación y la salud o la sección especial Sin hogar sano no puede haber felicidad, dedicada a la casa del obrero, o en el artículo sobre la alimentación y el vestido, del libertario Donato Luben. Entre sus secciones fijas se encuentra La crónica del sábado, en la que se da cuenta de temas de actualidad, que comenzará a firmar Joaquín Costa y después Juan José Lorente, Miguel de Unamuno o Anselmo Lorenzo. Su carácter informativo y de actualidad lo desarrolla ofreciendo también noticias de las reuniones, mítines, huelgas o subsistencias del movimiento obrero, así como reportajes como el publicado sobre la crisis internacional entre Rusia y Japón. También tratará asuntos educativos, como es el artículo Apuntes pedagógicos, firmado por Manuel Fatjó, o el reportaje sobre la Escuela Moderna de Villanueva y Geltrú. Tiene también secciones de bibliografía y biografía, y aparecerá algún texto sobre el teatro popular o se vulgarizará el derecho en otros firmados por León Pagot, que también dará cuenta de la creación del Instituto de Reformas Sociales. Junto a ello suma su labor divulgativa y de consejos útiles, con textos del propio Ángel Alcalde, Leocadio Martín Ruiz, Augusto Roldán, Francisco P. de Badía, Vicente Orení o el doctor Martínez Vargas. Así como otros de creación literaria, como es el cuento Mater dolorosa, de M. Turmo, y los de Manuel Ugarte, Ricardo León o Eduardo Marquina. Otros colaboradores son Pedro Dorado Moreno (1861-1919), Edmundo González Blanco (1877-1938) o Álvaro de Albornoz (1879-1954). La colección de este título en la Biblioteca Nacional de España llega hasta la entrega número 44, de su segundo año de edición, correspondiente al 17 de diciembre de 1904, en la que se alcanza la página 700. Pero siguió publicándose, y en el número 73, correspondiente al ocho de julio de 1905, anuncia su despedida temporal y su fusión con la revista El Mundo científico, propiedad también de Masgrau Planas. Volverá a salir, indicando segunda época, pero manteniendo la secuencia, con la entrega número 74, correspondiente al seis de octubre de 1906, es decir, quince meses después. Ahora será dirigida por quien anteriormente había sido uno de sus colaboradores, el dirigente ugetista y socialista catalán Josep Comaposada i Gili (1859-1933), y sólo tirará tres entregas, hasta la número 76 (20 octubre de 1906), con un formato reducido, pero aumentando sus páginas y siendo estas impresas a color, y además reduciendo su carácter divulgativo y aumentando el ideológico y de espíritu anarquista. Es estas en las que aparecen las firmas de Pablo Iglesias, Paul Lafargue, Rodrigo Soriano, José Verdes Montenegro y también, otra vez, la de Unamuno. La revista tendrá una tercera época, reiniciando su secuencia con el número 1, el diez de noviembre de 1906, que abarcará treinta entregas más, por lo menos hasta julio de 1907. Referencias sobre este título son las de José Carlos Mainer (1977), sobre la lectura obrera en España; la de V.M. Arbeloa (1978), en su serie sobre la prensa obrera española, y las de Manuel María Urrutia León (1997 y 2007), sobre las colaboraciones de Miguel de Unamuno, entre otras.