Revista que aparece en diciembre de 1900 con el subtítulo “últimos ecos del siglo XIX”, fundada y dirigida por el literato Juan Valero de Tornos (1842-1905), a la que, junto a Madrid cómico (1880-1923), se le ha llegado a considerar como bastión del antimodernismo. En su primer artículo se señala que “vamos, no solamente a evocar el pasado, sino a predecir el futuro y a criticar lo presente”, siendo su propósito la autoafirmación y defensa de las posiciones de los “mozos viejos” de la cultura española frente al empuje de los jóvenes interesados por las nuevas tendencias, pero también aclarará que no clasificará a los escritores “en viejos y jóvenes”, sino “en malos y buenos”.
Al principio aparece con periodicidad decenal, y a partir del 15 de abril de 1903, será quincenal. Es impresa en gran formato, que, en su número de 15 de noviembre de ese año, reducirá, siendo compuesta a tres columnas. En la primera página de cada una de sus entregas ofrece, por orden alfabético, la lista de sus colaboradores, con la expresión de sus años, que en ese momento debían superar los cincuenta de edad, hasta un total de 47 nombres que, en enero de 1904 aumenta, hasta alcanzar 88 su número.
En esa gran nómina se encontrarán, entre otros, José Fernández Bremón, Marcos Zapata, Tomás Luceño, Antonio Fernández Grilo, Francisco Silvela, Manuel Valcárcel, José María Nogués, Manuel de Palacio, Juan Álvarez Guerra, Federico Balart, Julián Romea, Javier de Burgos, Carlos Frontaura, Salvador Granés, Eusebio Blasco, Emilio Gutiérrez Granero, Luis Mariano de Larra, Miguel Morayta, Gaspar Núñez de Arce, Carlos Peñaranda, Mariano Vallejo, Enrique Príncipe y Setorres, Antonio Pareja Serrada o Manuel Ortiz Pinedo. Pero también colaborarán, como “viejos honorarios”, entre otros, Mariano de Cavia, Santiago Ramón y Cajal y hasta un Manuel Azaña, que escribirá bajo el seudónimo Salvador Rodrigo.
El interés prioritario de la revista es el literario, con profusión de textos creativos en prosa y en verso, pero en sus páginas se plantearán también cuestiones políticas y sociales. Cada número comienza con la sección “Información de Gente Vieja”, especie de editorial que escribe su director sobre asuntos de actualidad o de cariz sociológico o necrología. Especial atención dedica a la crítica literaria en su sección “Cosas”, también bajo la rúbrica de Valero de Tornos o la de Cagliostro, apareciendo Pío Baroja como uno de los novelistas que más fue valorado por la revista, y sobre la que se ha destacado también sus encuestas y su concurso, precisamente, sobre autores modernistas (números 39-46), o las reflexiones que sobre este movimiento escribe Nogués (número 37). La sección “La decena teatral” es también de crítica, y tendrá otra de bibliografía y las denominadas “La vejez militante”, con biografías, y “Causas que fueron”, de carácter histórico y que ilustra con algunos grabados.
Asimismo cuenta con una sección de carácter político bajo el epígrafe “Revista parlamentaria” (a partir del número 66), y han sido resaltados también los textos de crítica política y social que publica José Nekens o los dedicados al movimiento obrero, de Melitón Martín. Aunque los asuntos sobre arte y filosofía estuvieron relegados, Ramón y Cajal empezó en sus páginas a recopilar sus pensamientos, y Manuel Ossorio y Bernard iniciará, también, en ellas su catálogo de periodistas españoles del siglo XIX. Edita algunas entregas especiales, como las dedicadas a José Echegaray con motivo de recibir el premio Nobel (número 125), o al propio Valero de Tornos, tras fallecer en abril de 1905 (número 132). A partir de entonces la dirección de la revista –que contó también con páginas de anuncios comerciales- debió asumirla su hijo, Alejandro Bhér.
El número 142-143, correspondiente al 25 de octubre de 1905, es el último de la colección de la Biblioteca Nacional de España. Referencias bibliográficas sobre esta publicación se encuentran en Gómez Aparicio (1974), Lituak (1977), Cruz Seoane (1986), Mainer (1988) y, especialmente, en Celma Valero (1991).