Con el subtítulo “semanario de literatura y bellas artes, dedicado al bello sexo”, aparece su primer número el cuatro de febrero de 1877, con un cuadro de colaboradores cercano al medio centenar y colocando a cuatro escritoras al frente del mismo: Rosario Acuña y Villanueva, María de la Concepción Gimeno, Julia de Asensi y Carlota Cobos y Zaragoza, aunque sólo aparecerán sendas composiciones poéticas de éstas dos últimas, además de las de Carolina Bedsley. Será una publicación alejada de la política y centrada en lo literario, aunque dirigida a “los lectores”, tal como expresa su artículo de introducción, firmado por el tipógrafo y dramaturgo Francisco Flores y García (1845-1917). Su primer director-propietario es Pedro Pacheco y Juan, que pronto abandona la publicación para abrir bufete de abogado en Madrid. Como redactor-jefe figura al principio Mariano Perpén y Lanuza (1846-1917) y como administrador, José González Sotillo (-1882).
Sus entregas comienzan siendo de ocho páginas, compuestas a dos columnas, en donde se alternan textos en prosa y en verso, y entre los primeros, artículos de costumbres o de creación literaria y crónicas de la actividad social, literaria, teatral y artística, además de variedades, charadas, epigramas o enigmas. Tendrá algunas secciones, como Ecos de la semana y Revista artístico-literaria, y publicará en serie la novela de costumbres El carnaval de la vida, original de Carmelo Gómez García. También publican en sus páginas Tomás de Asensi, Nicolás Díez Pérez, Javier Govantes Lamadrid, Manuel Jorreto y Paniagua, José Plaza Claramunt, Francisco Rodríguez Marín, Waldo Romero Quiñones, Francisco Juan de la Tapia, Enrique Arredondo, Ramón Ibáñez Abellán, Enrique Jiménez de Quirós, Nicolás Taboada Fernández, Justo de la Fuente y Esquer, Regino Sántos Ovella o Narciso Serra, entre otros.
A partir de su entrega número 14, de 22 de mayo, el periódico cambia de empresa y redacción, y en la misma se señala que “perderá su carácter exclusivista que ha tenido, dejando de ser dedicado al bello sexo, para consagrarse a todas las esferas sociales,”, e incorporando el humor. A partir del número siguiente, de dos de junio, aparecerá cada sábado, aumentando su tamaño y componiéndose a tres columnas.
La propiedad y la dirección pasa entonces al periodista y crítico José Novi y Pereda (1839-1878), que en 1878 fundará también la revista infantil La ilustración de los niños. Su colaborador Julián L. Peño Carrero será el nuevo director literario, apareciendo en su nuevo cuadro de colaboradores y como “pintores” Carmelo Gómez García, Julián García Alcañiz, Vital Aza, Eusebio Sierra y Antonio Sánchez Ramos, y como “aprendices”, Carlos Buil, Felipe Mariño del Valle, Gerónimo Beckor, Justo Sanjurjo y López y Ventura Ruiz Aguilera. Colaboran también, entre otros, Remigio Culebras, Juan Álvarez Guerra, Rafael Carrera, Federico Lafuente, Nicanor Cilla y Arranz, A. Sánchez Ramón, Alberto Díaz de la Quintana, Leonardo Cabellos de Cifuentes, Concepción Palacios o Dolores Montaut y Trigueros. Incorpora además viñetas humorísticas firmadas por el dibujante Mariano Urrutia (-1894), y abre las nuevas secciones Teatros, Revista de Madrid y Brochazos.
Su cabecera va ahora adornada con un grabado a color, hasta que el 30 de junio lo sustituye por otro, también en color, e indica bajo el mismo “escrito por pintores de brocha gorda”, expresando así el sentido festivo y humorístico que había adoptado. Continúa así hasta su entrega número 25, de once de agosto, cuando modifica de nuevo la viñeta de su cabecera (ahora estampada en blanco y negro) y el subtítulo, denominándose ahora “semanario recreativo, artístico y literario”, además de incluir las denominaciones “armonías”, “indirectas”, “brochazos”, “semblanzas”, “caricaturas” y “tipos al natural”, y encargándose de la dirección el periodista y crítico Vicente Doroteo Bordanova (-1897). Así seguirá publicándose hasta su entrega número 30, del ocho de septiembre, para a continuación ser sustituido por el semanario Fray Verás, que continuará además su secuencia numérica, y que también forma parte de la colección de la Biblioteca Nacional de España.
El Pensamiento, en el que se dieron cita al principio algunos periodistas republicanos y tuvo diversas modificaciones en su corta vida, forma parte del elevado número de publicaciones de carácter literario, pero también festivo, de estos primeros años de la Restauración. Fue también cambiando de imprenta madrileña en donde estamparse, empezando por la que estaba a cargo de Montero, en la plaza del Carmen, y pasando también por la de la Sociedad de Tipógrafos y la de los impresores Velasco y Romero.