Con el subtítulo “semanario religioso, científico-artístico-literario” comienza a publicarse los domingos a partir del cinco de agosto de 1877, siendo su propietario y gerente el impresor José Amalio Muñoz (probablemente, un testaferro) y durante sus primeros tres números lo dirige Abdón de Paz. A partir del 26 de agosto la dirección religiosa la asume el presbítero y después obispo Francisco Caminero y, en septiembre, la dirección literaria Valentín Gómez, una de las figuras del periodismo católico de filiación carlista, sustituido éste entre noviembre y diciembre de 1878 por otro destacado carlista, Ceferino Suárez Bravo. Tras la muerte de José Amalio Muñoz a finales de este año, será Manuel Pérez Villamil (1849-1917), próximo a Cándido Nocedal, quien asuma finalmente su dirección, desde enero de 1879 hasta el 25 de diciembre de 1886, y le dé su carácter intransigente e integrista, origen del que más tarde se conocerá como nacionalcatolicismo.
El catolicismo se suma así a las “ilustraciones” y como señala en su artículo de presentación lo hace “para levantar el espíritu religioso de España con artículos doctrinales, de educación y de moral” y para “examinar el movimiento científico y las publicaciones más notables que tiendan a impulsarlo bajo la benéfica égida del dogma católico”, siguiendo así el programa del movimiento neocatólico español con raíces carlistas, impulsado por Alejandro Pidal y Mon, que sólo aceptaría el régimen de la Restauración siempre que este asumiera la tarea de devolver España a la ortodoxia católica. Aún así, el propio Pérez Villamil participará, junto a Marcelino Menéndez Pelayo, en la fundación de Unión Católica (1881-1884), el partido que acabaría siendo absorbido por el conservador canovista.
Su objetivo es la defensa y la propagación de la “verdad católica” contra la libertad política, el liberalismo y el racionalismo, no sólo en el campo de la política, el arte y la literatura, sino situándose a espaldas de la propia “civilización moderna” y su realidad social, su progreso y bienestar, a la que ataca con los anatemas de materialista y sensualista, por lo que en sus páginas se criticará no sólo los bailes u otros espectáculos públicos, que a su juicio conducen al vicio, sino hasta la electrificación y calefacción de los hogares o el avance de las comunicaciones, y siguiendo este discurso a las ideas que procedan del exterior y “desespañolicen” las arcaicas y medievales del catolicismo como “religión patriótica”, reafirmándose así en los “valores católicos más primarios”, e inculcando el desprecio a la vida de una sociedad moderna que es calificada de “mundalizada”. Su única realidad aceptable será el “movimiento religioso” y su única manifestación, las “peregrinaciones”. Defenderá la autoridad como “emanación” de Díos y reivindicará la supremacía del Papado.
Aparece con su cabecera adornada con un grabado de Barneto en donde aparece la Basílica de San Pedro y dos apóstoles, que irá variando a lo largo de su existencia. Comenzará publicando otros dos grabados. En primera, generalmente un retrato de una figura destacada de la jerarquía católica, y en el interior otro referente al arte religioso o a la historia sagrada. Más tarde irá aumentando sus ilustraciones y publicará también otros retratos de monarcas, monumentos católicos, vistas, reproducciones pictóricas, dibujos, etc. Será editada en números de ocho páginas, que después ampliará a las 12 y 16, reduciendo su periodicidad a los días 5, 15 y 25 de cada mes.
Publicará esencialmente artículos doctrinales, ensayos filosóficos y morales, textos de creación literaria, relatos, composiciones poéticas, etc., inspirados en la historia sagrada. También publicará pastorales de obispos. Ofrecerá la clásica revista de actualidad de la semana, en la que está ausente la vida política y social española, pero en la que son comentados sucesos desde un planteamiento “apocalíptico”, heredero de la visión de un Donoso Cortés. También publicará crónicas de actualidad internacional, y una sección del movimiento religioso y otra miscelánea, así como anuncios comerciales, al final.
Es redactada por escritores y periodistas católicos, además de los ya citados, como Gabino Tejado, Francisco Navarro Villoslada, Manuel Polo y Peyrolón, Antonio Aparicio, Antonio Valbuena, Luis Coloma o José María Pereda, entre otros. Después de ser propiedad de Modesto Riera, el 25 de octubre de 1885 pasa a serlo del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, regentado por la asociación del mismo nombre. Después de Pérez Villamil, será dirigida sucesivamente por Manuel Ossorio y Bernard, Fernando Martínez Pedrosa (de noviembre de 1888 a enero de 1890), Ángel Salcedo Ruiz y, a partir de 1893, por Francisco de Paula Salcedo. La colección de la Biblioteca Nacional de España carece del año 1893 y su último número corresponde al 31 de diciembre de 1894. A partir de 1897 es continuada por Ilustración católica de España.
Entre otros, Marta Bizcarrondo, Jean-Françoise Botrel y Carmen Servén Díez han analizado esta revista. Y Carmen Canet Ramos elaboró un estudio e índices hasta 1883 en su tesis de la Universidad de Granada, en 1997.