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El Fígaro (Madrid. 1918)

Periódicos
“Diario de Madrid” y “diario gráfico de información” son los subtítulos que adopta este periódico matutino, que saldrá todos los días de la semana y que por su formato tabloide se acerca al estilo del magacín, “fastuoso en su presentación” –a juicio de su coetáneo El Sol–, de veinte páginas por número, profusa y magistralmente ilustradas con fotografías (Seoane y Saiz: 1996) y con un precio de venta de diez céntimos, el doble que el habitual, que comenzó a publicarse tres meses antes de finalizar la primera guerra mundial. Sus fundadores y propietarios fueron un joven y rico uruguayo, Manuel Allende, y el industrial del textil catalán José María de Boét, poniéndose su hermano –Andrés Boét– al frente de la dirección. El redactor-jefe será el poeta, dramaturgo y periodista Enrique López Alarcón (1891-1948), y su primer gerente, Miguel de Maeztu Whitney (hermano de Ramiro de Maeztu). Contó con talleres de impresión propios y llegará a tirar hasta seis ediciones, siendo la primera la difundida en provincias. Por la misma época, mientras Allende fundará y financiará también la revista literaria Cosmópolis (1919-1922), los hermanos Boét se harán asimismo con la propiedad y dirección del diario madrileño El Mundo (1907), a la vez que Andrés obtiene acta de diputado por el partido liberal. En su primer número, del 15 de agosto de 1918, bajo la fotografía de Alfonso XIII, que ocupa completa su portada, además de acatar la “legalidad monárquica”, El Fígaro se declara "ardientemente liberal, moderno y avanzado hasta las últimas aspiraciones democráticas y sociales”. Igualmente dedicará gran atención a la vida social de la Familia Real, como fueron sus actividades veraniegas, con excelentes reportajes fotográficos, al tiempo que en sus primeros meses y como aliadófilo difundirá profusamente el material gráfico proporcionado por los servicios de propaganda de los países en guerra –especialmente de Estados Unidos– contra los de la Tripe Alianza. Asimismo, su actitud pro-feminista se verá reflejada en una sección bajo el epígrafe Mujeres en la guerra o en los textos de una de sus redactoras habituales, María de Lluria, considerada una de las primeras feministas españolas y a la que se le llega a llamar “la marquesa roja”. Tras finalizar la guerra, el 23 de noviembre de 1918 sacará un número extraordinario, de 88 páginas, dedicado al armisticio bajo el título El Número de la paz. La situación social y la actividad sindical obrera y huelguística fueron otras de las cuestiones a las que prestó atención, con reportajes como los que publica sobre los suburbios madrileños, y dedicará también especial atención a las actividades del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), como fue la celebración de su congreso federal. Es más, entre sus colaboradores asiduos contó desde el principio con el minero, tipógrafo y escritor socialista Eduardo Torralba Beci (1881-1929), al que se sumarán Indalecio Prieto (1883-1962), Oscar Pérez Solís (1882-1951) o Margarita Nelken (1894-1968). Uno de sus articulistas más destacados llegará a ser Luis Araquistáin (1886-1959), pero también entre sus colaboradores estuvieron Felipe Sassone (1884-1959), Manuel Abril (1884-1843), Ricardo Fuente Asencio (1866-1925) o Royo Villanueva. Asimismo publica textos de Rafael Altamira (1866-1951), Salvador de Madariaga (1886-1978) o Luis Bello (1872-1935). Durante el tiempo que duró el conflicto europeo, sus principales páginas ilustradas (las primeras y las últimas principalmente, con fotos y pies de texto) estarán dedicadas a secciones como Notas de la guerra, Miscelánea gráfica o Actualidad gráfica. Las restantes, compuestas a cinco columnas, las ocuparán los artículos, reportajes, crónicas, informaciones y noticias, con secciones como La política del día, Las rutas de América, El mundo en guerra, Última hora (noticias recibidas por correo, telégrafo o teléfono) o las cotizaciones de las bolsas de Madrid, Bilbao, París, Londres o Lisboa. Tendrá sección de Deportes y turismo y publicará crónicas de modas, taurinas, municipales y parlamentarias, además de insertar caricaturas y humor gráfico, así como numerosas inserciones de anuncios publicitarios. Tras acabar la guerra, su paginación se reducirá, generalmente, a dieciséis páginas, e irá mermando también el número de fotografías publicadas. Incluso, llega a contar con una especie de suplemento bajo el título Jueves literario, en donde aparecen textos de Miguel de Unamuno (1864-1936), Manuel Machado (1874-1947), Enrique Díez Canedo (1879-1944), José Pérez Bojart (1882-) o Miguel de Castro. Andrés González Blanco (1884-1924) será autor de la crítica literaria; Bernardo González de Candano (1881-1967) y, ocasionalmente, José María Carretero (1880-1951), de la teatral; Rogelio Villar escribirá sobre música; Manuel Azaña (1880-1940) publica artículos desde París a partir de noviembre de 1919, y también lo hará como redactor-corresponsal José Jerique (-1932); Julio Álvarez del Vayo (1891-1975) lo hará como corresponsal en Berlín; Mario Aguilar (1883-1950) escribirá una crónica mensual catalana, y Josep Pla (1897-1981) publicará en El Fígaro sus primeras colaboraciones periodísticas en la prensa madrileña. A partir del 22 de octubre de 1919, el ingeniero Carlos Ibáñez de Íbero (1882-1922) asume la dirección-gerencia, y en el artículo en el que da cuenta de este cambio reitera el diario su adhesión a las instituciones, muestra su celo defensor de la Monarquía y la legalidad, y se reitera liberal y demócrata pero alejado de cualquier partidismo. Aun así, mostrará su oposición a Francisco Cambó (1876-1947) y Antonio Maura (1853-1923), apoyando claramente al líder de Izquierda Liberal, Santiago Alba (1872-1949), declarándose favorable a un gobierno de coalición radical-socialista. También denunciará con ahínco el “peligro bolchevique” y mostrará su entusiasmo anticomunista. La propiedad de la sociedad anónima editora del diario sería adquirida a bajo precio por dos compañías mineras de capital francés: Real Asturiana y Peñarroya, de la que era accionista el conde de Romanones, Álvaro Figueroa (1863-1950). En su entrega del uno de abril de 1920, anuncia el acuerdo de la junta general de accionistas de la empresa de suspender “temporalmente” la publicación del diario, siendo esta definitiva. Aunque en la Estadística oficial de 1920 indica una tirada de 30.000 ejemplares diarios, según otras fuentes, su venta debió estar entre los siete u ocho mil. Bajo su cabecera estampará la leyenda “Con libertad, ni ofendo ni temo” (Artigas), y pese a que la de su página de cierre expresa “segunda época”, se trata de un diario completamente distinto al que con igual título estuvo también publicándose en Madrid entre 1879 y 1883, que también forma parte de la colección de la Biblioteca Nacional de España.