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El Amigo de la infancia

Revistas infantiles
Este “periódico ilustrado” –tal como indica el subtítulo– comienza a publicarse el uno de abril de 1874, fundado por el teólogo y pastor protestante alemán Federico Fliedner (1845-1901), un año después de que creara la Librería Nacional y Extranjera, en la madrileña calle de Jacometrezo, como empresa asimismo editora. Un entonces aún joven Fliedner había llegado a España en 1869 y fundado en 1872 la luterana Iglesia Evangélica Española, y en 1897, hará lo propio con El Porvenir, uno de sus principales centros de enseñanza. Además de esta publicación, la más longeva en España de las de carácter infantil, pues estará publicándose hasta 1936 (alguna fuente señala hasta 1939), Fliedner fue también editor de Revista cristiana (1880-1919), de carácter científico-religioso, formando ambas parte del conjunto de publicaciones periódicas españolas evangélicas, y fue autor de himnos litúrgicos, biógrafo de Lutero y traductor del Nuevo Testamento. Como revista evangélica infantil, las entregas mensuales de El Amigo de la infancia serán de 16 páginas, compuestas a dos columnas, y con ilustraciones tanto en su portada como en el interior, con una propuesta de ”lectura sana, moral, interesante e instructiva”, tal como se indica en su información administrativa. Sus contenidos, generalmente sin firma, mantendrán una misma estructura a lo largo de su vida: artículos religiosos y morales, textos e historias bíblicas, historietas, cuentos y fábulas, historia y geografía, historia natural, parábolas de la naturaleza, anécdotas, pasatiempos (humor, juegos de ingenio, charadas y acertijos), poesías, pensamientos, refranes y máximas, e himnos (partituras). Dará cuenta de hechos notables, anotaciones biográficas, utilidades y curiosidades científicas, y textos seleccionados de autores clásicos y contemporáneos, de Calderón de la Barca, Víctor Hugo, Fernán Caballero, Gertrudis Goméz de Avellaneda o Gabriela Mistral, entre otros. Asimismo propone la sección Nuestra correspondencia, para dedicarla a cartas y colaboraciones de los niños de las Escuelas Dominicales. En estas escuelas evangélicas, cuyo origen se remonta en Europa a finales del siglo XVIII, ya asistían en España, en torno a 1887, unos cinco mil alumnos, de más de un centenar de congregaciones protestantes, en un país que rondaba, por otro lado, el 62 por ciento de analfabetismo (Manuel León de la Vega: 2000). La iglesia evangélica se dedicará a la educación e instrucción de la juventud española en ambientes populares –sin apenas influencia en los burgueses, que habían optado por el conservadurismo católico –, y con tiradas que alcanzaban los 2.000 ejemplares, la revista llegará a servir como enlace entre dichas escuelas, gracias a su difusión tanto a nivel nacional como internacional (España, México, Chile y Argentina, principalmente). La propia publicación sólo menciona a Fliedner en su entrega de uno de mayo de 1901, con motivo de su fallecimiento, del que dirá, tras el establecimiento de numerosos centros de enseñanza en Madrid y provincias, haber sido un “infatigable obrero de la Iglesia de Cristo”, que había “consagrado” su saber a la “propagación del Evangelio en este país clásico del fanatismo y las supersticiones”. Los escritos, copiado y selección del material gráfico (grabados y, posteriormente, fotografías) fue encomendado desde 1892 a uno de los pioneros de estas escuelas, el vallisoletano y profesor Federico Larrrañaga, que actuará como redactor-jefe de la revista hasta su jubilación, a la edad de 67 años, siendo también la única vez que la revista da cuenta del que había sido asimismo director de El Provenir, en su entrega del 24 de enero de 1932. Otros colaboradores pudieron ser Catalina Fliedner, también profesora, traductora y poetisa e hija del fundador, y Samuel Pool Barquero, huérfano que había estudiado en el colegio evangelista de El Escorial. A partir del cuatro de enero de 1914, la publicación se había hecho semanal y reinicia la numeración de sus entregas, que a partir de entonces serán de cuatro páginas. Aparecerá desde cada domingo, con unas breves lecciones en una nueva sección: Escuela dominical, siendo considerados sus contenidos como material bíblico para las escuelas evangélicas. La colección de este título en la Biblioteca Nacional de España comienza en la entrega número 70, correspondiente al uno de enero de 1880, es incompleta y acaba en la del 25 de diciembre de 1932. En el primer número de cada año se incluye el correspondiente índice anual. Sus numerosos grabados son escenas infantiles de carácter piadoso y moralizante o bíblicos, además de retratos de personajes (incluido el de Lutero), tipos, naturaleza o vistas de paisajes o de edificios monumentales, entre otras.