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La Risa (Madrid. 1843)

Revistas satíricas y humorísticas
Es una de las revistas satíricas impresas, editadas y dirigidas por el novelista, dramaturgo, ensayista y poeta Wenceslao Ayguals de Izco (1801-1873), cuyas ganancias por el éxito de una de sus obras –convertida en best-seller de la época por su múltiples ediciones y traducciones- las invirtió en establecer, en 1843, la imprenta con el nombre Sociedad Literaria, a la que convirtió en un verdadero trust periodístico y de la que salieron o estuvieron ligadas a ella un buen número de revistas satíricas y otras publicaciones del periodo romántico (Comellas: 1998). Para su labor editorial, Ayguals se rodeó de una veintena de literatos del momento, entre los que estaban Zorrilla, Bretón, Hartzenbusch, Martínez Villergas, Gil de Zárate o Aribau, y de ilustradores como Benedicto, Vallejo, Urrabieta o París, entre otros. Se ha dicho que las publicaciones de Ayguals fueron tecnológicamente avanzadas en su diseño y composición y por su excelente uso de ilustraciones (grabados, litografías o iniciales decorativas), y La Risa siguió ese modelo utilizado en otras de sus revistas, como La Carcajada (1843-1844), El Dómine Lucas (1844-1846), El Fandango (1844-1846) o La linterna mágica (1849-1850), marcando el rumbo que deberían seguir a partir de entonces las publicaciones festivas para alcanzar el éxito. Entre el final de la regencia esparterista y a lo largo de la década moderada que inicia el periodo isabelino, la prensa satírica española experimentó un acusado desarrollo de manos del polifacético Ayguals, que como político de avanzadas ideas y masón hará un viaje desde el progresismo a la democracia, acabando en el republicanismo, y de un personaje que le acompaña en su aventura, que no es otro que el citado Juan Martínez Villergas (1816-1894), considerado como el más grande entre los poetas satíricos del diecinueve. La Risa, pues, está enmarcada en ese ciclo romántico, periodo en el que la sátira y las burlas a todo lo que representaba ese movimiento fue algo generalizado (E. Rubio Cremades: 1984), siendo esta revista en donde aparecerán, probablemente, las críticas más desaforadas contra el romanticismo y siendo Ayguals el que más porfió en continuar la tendencia que transformó la sátira en parodia (Comellas: 1998). Comienza a publicarse el ocho de octubre de 1843. Su subtítulo será “enciclopedia de extravagancias”, a la que se añadirá la indicación “obra clásico-romántica, de costumbres, de literatura, de sana moral, de gastronomía y de carcajadas, escrita en prosa y verso por varios poetas de buen humor y un habilísimo cocinero”. Este no es otro que el hermano del director, Sergio Ayguals Izco, con quien compartía la propiedad de la empresa tipográfica y quien, bajo el seudónimo Don Abundio Estofado, será el autor de la sección Ambigú, insertada al final de cada entrega, que es un tratado de cocina. Los números –en 8º- de la publicación serán de ocho páginas, compuestas a dos columnas, que formarán tres tomos, comenzando el segundo, con el del ocho de octubre de 1843 y, el tercero, el 31 de mayo de 1844. En total publica 75 entregas dominicales, y en la última, del 15 de septiembre de ese año 1844, utilizará unas orlas fúnebres para despedirse y escribir su epitafio: “Cae muerta La Risa”, “a pesar de contar con más suscritores que nunca, porque el vil interés no cura las llagas del corazón, y el corazón de La Risa está horriblemente lacerado con las angustias y nunca bien llorada muerte de la masculina perla de las cocinas”, es decir, el final de esa sección denominada Ambigú. La colección de la BNE procede de la Biblioteca de D.F.A. Barbieri, en donde las entregas indican “segunda edición” Publica asimismo índices. Entre los autores de sus textos, además de los hermanos Ayguals y Martínez Villergas, se encuentran Santos López Pelegrín (Abenamar), Vicente Álvarez Miradan, Benito Amado, Eduardo Asquerino, José Bernat Baldoví, José María Bonilla, Antonio Flores, Modesto Lafuente (Fr. Gerundio), Antonio Gil Zárate, Miguel Agustín (Príncipe), Eulogio Florentino Sanz, José Zorrilla, Alfonso García Tejero, Antonio Ribot y Fontseré o Ramón Valladares y Saavedra, entre otros. Además de los grabados de madera en los textos (festivos y satíricos romances, odas, epigramas y otras graciosas composiciones), con dibujos de caricaturas de tipos o escenas joco-costumbristas y otros recursos gráficos, editó para sus suscriptores una docena de retratos (procedentes en su mayor parte de la litografía de Manini) de los escritores (casi todos éllos en plena juventud) que ofrecieron su pluma a la empresa editorial comandada por Wenceslao Ayguals, incluidos el de éste y el de su hermano, así como el de una joven Carolina Coronado (1820-1911), la única literata de su generación que se atrevió a publicar en La Risa de Ayguals (Galas postizas, p. 165; pero también otros textos anónimos). Pero aquélla caricatura de una Carolina travestida que se repartió entre los suscritores, las mofas a una poetisa a mitad de camino entre dos sexos, retratada -con levita y mandil-, o la sugerencia jocosa de Martínez de Villergas sobre la catalepsia o falsa muerte, fingida por la autora con fines publicitarios, no fue precisamente un plácido recuerdo para élla (Carmen Fernández Daza Álvarez: 2012). Entre los autores que se han ocupado de la labor periodística de Ayguals o de la prensa satírica del periodo, además de los ya citados, se encuentran Víctor Carrillo (1977), López Cruz (1992), Álvarez Barrantes (1995) o Baulo (2005). José Luis Menéndez publicó un breve artículo sobre los poetas de La Risa en la revista Blanco y negro del 27 de enero de 1924.