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Revista de archivos, bibliotecas y museos

Archivos, bibliotecas y museos
La Revista de archivos, bibliotecas y museos ha sido considerada como el órgano más importante de expresión de la cultura española a lo largo de casi su siglo de existencia, especialmente durante el último tercio del siglo XIX y primero del XX. Los autores del ingente material publicado en ella a lo largo de tan dilatado tiempo han sido los más eminentes profesores y catedráticos y los más reconocidos investigadores. Representa la aportación más valiosa a la ciencia humanística española llevada a cabo, principalmente, por el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, en su misión de dar a conocer cuanto les fue confiado a su custodia y cuidado desde mediados del siglo XIX, y constituye uno de los más preciados servicios prestados por un cuerpo facultativo en España, tal como quedó ya explicitado al cumplirse, en 1958, el primer centenario de creación de este Cuerpo. Tras varios intentos, esta publicación nace en enero de 1871, cuando destacados miembros del entonces denominado Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios y de la Escuela de Diplomática crean una Sociedad para editar una revista mensual como órgano y representación de los intereses “científicos y materiales” de los citados “ramos”, para informar de su vida y desarrollo, así como de los establecimientos donde prestan su servicio, pero también para promover y facilitar la actividad científica, principalmente la histórica y la de sus ciencias auxiliares, y la publicación del fruto de los trabajos de erudición e investigación histórica de quienes los integran. Ya en la primera época empiezan a aparecer en la revista los primeros artículos doctrinales, que serán de gran utilidad para la formación de sucesivas generaciones de estudiosos y de facultativos, y dará a conocer valiosos documentos históricos, hasta entonces inéditos, inventarios de fondos de archivos, bibliotecas y museos, así como noticias breves y también cuantas cuestiones catalográficas y de normalización bibliográfica se sucedieron a lo largo de décadas, como de la presencia española en los primeros congresos internacionales de Bibliografía y Arqueología que se celebraron. Como publicación también de carácter puramente profesional, ofrecerá las disposiciones oficiales relativas al Cuerpo y a la organización de bibliotecas, archivos y museos, incluyendo, en aquel Estado decimonónico, noticias sobre la “nueva e interesante institución” de las bibliotecas populares. Publica documentos y estudios históricos, noticias bibliográficas y sobre impresos, manuscritos y objetos arqueológicos e, incluso, sirve en su primera época como mercado para adquirir, vender o intercambiar a nivel privado este tipo de material, hoy integrante de lo que es el patrimonio histórico. Antes de seguir con algunos otros someros detalles de esta longeva y valiosísima revista hay que dar cuenta de sus avatares cronológicos, pues tuvo hasta cinco épocas, así como de las publicaciones que en algún momento suplieron sus interrupciones de algunos años. La primera época (1871-1878), consta de ocho volúmenes; la segunda (1883), del volumen noveno; la tercera (1897-1931), de 52 volúmenes; la cuarta (1947-1953), de siete, y la quinta y última época (1954-1980), hasta el volumen 83. Su periodicidad será variada a lo largo de los años: mensual, bimensual, trimestral, cuatrimestral y semestral. Su paginación también variará, de las 16 iniciales a superar ampliamente el medio millar en sus volúmenes extraordinarios o los últimos publicados. Se ha considerado como la parte más valiosa de su primera época (1871-1878) las opiniones documentadas y los atinados juicios sobre vocablos de los documentos medievales o sobre arqueología, bibliografía, arte e historia que se incluyen en sus páginas. En la segunda época (1883) aparece ya como “órgano oficial” del Cuerpo y, aunque se siguen dando noticias sobre asuntos de personal, las secciones doctrinal e histórica son superiores ya a los de la primera etapa. En 1897, colaboradores de las dos épocas anteriores harán reaparecer la revista bajo los auspicios del patronato de la Junta Facultativa, hasta su cierre temporal en 1931, a causa de falta de medios económicos, se dirá. Desde los años “heroicos” en que empezó a publicarse, será esta tercera época la de mayor esplendor de la revista, siendo durante más de tres décadas casi la única y, desde luego, la más importante publicación periódica dedicada a las disciplinas históricas, documentales y arqueológicas. Entre sus colaboradores de esta edad de oro de la revista resaltan Amador de los Ríos, Barcia, Bonilla, González Palencia, Menéndez Pelayo, Menéndez Pidal o Vives. Cuando aparezca de nuevo en 1947, se sumarán a la misma buena parte de los que habían colaborado en la anterior etapa y será editada bajo el Patronato de la Junta Técnica, pero ahora estará acompañada en el desarrollo de la investigación histórica y bibliográfica por las revistas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Será la etapa más longeva de la publicación, superando el medio siglo de forma ininterrumpida las dos épocas en que se divide. Como se ha anotado anteriormente, en los periodos en los que la revista no se publicó, son editadas otras publicaciones que suplen su vacío. En 1881 y 1882, salen a la luz dos volúmenes que llevan el título Anuario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios. A lo largo de 1896, son editados ocho números del titulado Boletín de archivos, bibliotecas y museos. Y, en 1934, aparecen tres volúmenes del Anuario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Estos títulos, incluidos también en esta Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional, guardan una estrecha relación y son considerados como complementarios de la revista, y son descritos en su correspondiente lugar. Para la consulta de los innumerables materiales publicados en esta magna publicación periódica, hay que dar cuenta, asimismo, de los índices y catálogos de sus contenidos que fueron específicamente elaborados y publicados en varios momentos y que, asimismo, integran la colección digitalizada de la Revista, además de los que aparecen y son encuadernados al comienzo de cada uno de los tomos de sus primeras épocas o son incluidos al final de los tomos en las posteriores. Así, en 1910, el facultativo Román Gómez Villafranca (1864-1929) publica el Catálogo de la Revista y el Boletín de archivos, bibliotecas y museos en sus tres épocas: (enero de 1871 – diciembre de 1910). Su autor va más allá de una mera refundición de los índices de los tomos publicados hasta entonces para preferir un catálogo ordenado bajo el sistema de la clasificación bibliográfica decimal, incluyendo las subdivisiones necesarias, según las específicas materias de la revista. Este Catálogo está colocado al comienzo de la colección digitalizada de la revista. Tras considerarse atrasado el valiosísimo Catálogo de Villafranca de 1910 y con motivo de la celebración del primer centenario del Cuerpo, en 1959 se publica el Índice de la Revista de archivos, bibliotecas y museos, 1871-1957, con un apéndice correspondiente a 1958, año este en el que es publicado un número extraordinario dedicado al mencionado centenario (tomo 65). En lugar de ser utilizado el sistema de Clasificación Decimal de su predecesor, este Índice (tomo 66) adopta la forma de Catálogo-Diccionario, al considerarse el sistema que más partidarios cuenta y el que mayores facilidades ofrece para su manejo (autores, títulos y materias), aunque las dificultades se den en la redacción de los encabezamientos de materias, utilizándose para tal empresa las Reglas (1939) de Lasso de la Vega y Goicoechea y la Lista (1949) de Earl Sears, adaptándolas al caso y experiencia españolas. En total se redactan 22.000 fichas, de las que 6.059 son principales (autor y entidad) y las restantes complementarias (coautores, títulos y materias). Incluye, cuando así es posible, las fechas de nacimiento y óbito de los autores de los trabajos publicados. Este titánico esfuerzo de referencia es como “el mejor altavoz” de la labor realizada por la revista, de la valía de sus colaboradores, casi todos facultativos del Cuerpo, quienes “desinteresadamente contribuyeron con sus trabajos a enaltecer su función y a dar a conocer al mundo la riqueza histórica, bibliográfica y artística de nuestro país”, se señala al comienzo de este índice, colocado, al igual que el Catálogo predecesor, al principio de la colección digitalizada de la Revista. Por último, en 1986, será impreso el Índice 1958-1979, correspondiente a los tomos 64 al 82 y redactado por Rodríguez Jouliá de Saint-Cyr, completando así los últimos veinte años de esta centenaria revista decana de las científicas españolas. Recoge, por tanto, lo publicado en los tres volúmenes de 1958, que había aparecido como apéndice del anterior índice, y consta de unas 4.000 fichas confeccionadas según el sistema de Catálogo-Diccionario, pero con algunas características propias. El Índice de Rodríguez Jouliá -seriado como volumen 83 y año 1980 y último de la colección-, ha sido colocado como primer volumen del año 1958 de esta colección digitalizada de la Revista de archivos, bibliotecas y museos. Sobre los integrantes y trabajos eruditos y científicos de este Cuerpo Facultativo, véase la obra publicada por Agustín Ruiz Cabriada en 1858.