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Caras y caretas (Buenos Aires)

Revistas de información general
Subtitulado como “semanario festivo, literario, artístico y de actualidades”, es la reaparición en Argentina del título que el emigrado español Eustaquio Pellicer fundara en Montevideo en 1890. A este periodista y escritor, que aparece aquí como redactor, le acompañan en esta nueva fundación periodística otro compatriota, el dibujante Manuel Mayol, que utiliza el seudónimo “Heráclito”, y Luis Pardo. Como director aparecerá Bartolomé Mitre y Vedia, que pronto será sustituido por José Sixto Álvarez, conocido con el seudónimo Fray Mocho. Como su antecesora, la publicación porteña continuará dedicando toda su primera página a una gran caricatura a color de personajes de la vida pública, y sus contenidos estarán divididos en secciones, algunas de ellas recuperadas de su etapa uruguaya, como “Menudencias”, y otras nuevas, como “Sinfonía”, con dibujos, viñetas y textos en prosa y verso sobre cuestiones políticas y sociales. También empezará a incluir fotografías y publicidad comercial. Al fallecer Álvarez en 1903, Carlos Correa Luna asumirá la dirección de una revista que llegará a ser considerada como la pionera y representante de la madurez del humorismo político argentino, que utilizará la viñeta como arma contra la corrupción y los gráficos costumbristas como crítica de la vida cotidiana. Junto al ya citado Mayol, sus principales ilustradores serán dibujantes excepcionales como José María Cao o Eduardo Álvarez Villalobos. La revista irá aumentando su paginación inicial de 24 páginas e incluyendo nuevos contenidos, como biografías y bibliografía, crítica y creación literaria y, sobre todo, crónicas y reportajes del mundo del espectáculo, principalmente el cinematográfico, amparado en una gran industria argentina, y de actualidad universal, dedicándole especial atención a España, hispanoamérica y a la propia Argentina. Su evolución hasta convertirse en una gran revista gráfica o magazine, sobre todo a partir de 1914, es tan espectacular, que se convierte en la publicación más leída en los ambientes urbanos tanto de Argentina como de Uruguay, Chile o Perú en la década de los treinta del siglo veinte, en paralelo al vertiginoso despegue económico argentino. Su evolución la convertirá en un valioso testimonio de la sociedad ilustrada de la época. Llegará a publicar en hojas de gran tamaño y en tirada a parte caricaturas coloreadas. Si en un principio entre sus colaboradores se encontraban Julio Castellanos o Luis García, conforme evoluciona de revista humorística a gran magazine gráfico de actualidad, irán apareciendo textos de ilustres españoles, como Emilio Castelar, Ramón María del Valle Inclán, o Miguel de Unamuno, junto a traducciones de escritores norteamericanos o europeos (Thomas Mann, etc.), y colaborarán los más cualificados escritores hispanoaméricanos del modernismo, como Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Rubén Darío, José Enrique Rodó o Roberto Payro (Jorge Luis Borges intentó publicar también en ella en 1918). A estos contenidos se unirán crónicas y reportajes de actualidad internacional, de modas, deportes o de sociedad, así como narraciones o novelas cortas. La revista abrirá sus páginas a toda una generación de periodistas y jóvenes escritores que sobresaldrán en las letras argentinas y a firmas como las de Pablo Suero, Antonio Castro Leal, Elvira Ferreira, Raúl P. Osorio, Guillermo de Loja o Sady Zañartu. Fue una de las pocas revistas del mundo que publicó grandes y numerosos reportajes de actualidad, como la caída de la monarquía y la proclamación de la república española en 1931 o la asunción de Hitler al poder en Alemania y el inicio de la segunda guerra mundial, con un vasto material fotográfico y textos de alta calidad. Su publicidad será abundantísima, reflejo de la sociedad consumista de una Argentina próspera, y su paginación superaba en sus últimos años el centenar de páginas. De 1898 a 1939 publicó un total de 2.139 números. Se publicó en una segunda época, entre 1951 y 1955.