Con el subtítulo “periódico monárquico”, es la más importante cabecera de la prensa absolutista española del siglo XIX, como órgano oficioso del carlismo. Con una larga vida, nace tras ser vencidas las tropas carlistas con el “abrazo” de Vergara, el 10 de octubre de 1844, en pleno proceso de incorporación de amplios sectores ultracatólicos a la legalidad isabelina emanada de la Constitución de 1845, al ejército, a la administración y al propio Partido Moderado, en ese momento en el poder, pero sin renunciar a sus principios ideológicos como combatiente contra el régimen liberal y parlamentario.
Se trata de un diario de la tarde (excepto domingos y festivos), que prácticamente se publicará sin interrupción y desaparecerá, junto al resto de la prensa carlista y la cantonal, tras el golpe militar del general Manuel Pavía y la nueva asunción del poder del general Francisco Serrano, con el que se finiquita el periodo revolucionario abierto el 18 de septiembre de 1868 y abre la puerta a la Restauración alfonsina un año después.
En 1850 y durante casi un quinquenio, La Esperanza llegará incluso a ocupar el primer puesto en la circulación de la prensa de la época, y competirá como periódico reaccionario con El Católico (1840-1857), aunque éste se centre más en cuestiones religiosas. Durante el bienio progresista, La Esperanza tendrá que competir como principal ariete de la extrema derecha con una publicación más fanática como fue La Regeneración (1855-1873), y lo hará también con El Pensamiento español (1860-1873). En 1857 fue, junto al demócrata La Discusión (1856-1887), el periódico de mayor circulación en España.
Es un diario bien construido y escrito, en cuya primera página incluía el editorial, y daba importante espacio a las noticias, muchas de ellas sazonadas de opinión, y con secciones como la dedicada a espectáculos, no evadiéndose del folletín, generalmente traducido del francés. También es importante su publicidad comercial, especialmente la de libros religiosos, que era una forma de los sectores económicos reaccionarios para sostener esta empresa periodística.
Fue fundado por Antonio de Arjona y Tamariz (1810-1873), militar carlista que pretendió unir las dos ramas borbónicas a través del matrimonio de Isabel II con su primo el infante don Carlos Luis, primogénito de Carlos María Isidro, al igual que originariamente pretendiera así mismo Jaime Balmes (1810-1848) a través de El Pensamiento de la nación (Madrid: 1844-1846). El director de La Esperanza será Pedro de la Hoz (1800-1865), a quien Fernando VII le había otorgado dirigir la Gazeta de Madrid y la Imprenta Nacional desde 1829. Este periodista será uno de los directores de prensa encarcelados en 1852, y tales eran los ánimos en el periodismo español del XIX que De la Hoz tuvo la iniciativa de crear y presidir el primer Tribunal de la Prensa en 1860 para dirimir los duelos (lances de honor) entre los periodistas, que sólo duró dos años.
Intervinieron muy directamente en la redacción de este diario el hijo del director, Vicente de la Hoz y de Liniers (1841-1886), y su yerno, Antonio Juan de Vildósola (1830-1893), quienes le sucederán en la empresa y, tras la desaparición de La Esperanza, sacarán un nuevo título –La Fe (1876-1891)- al comienzo de la Restauración alfonsina.
Un gran número de periodistas tradicionalistas católicos de la mitad de la centuria del diecinueve colaboraron en La Esperanza, siendo uno de los más famosos de su primera época Luis del Barco, que llegó a polemizar con el propio director de la publicación, así como el militar carlista y firmante del Convenio de Vergara Mariano Godoy (1836-1877) y el bohemio José María Carulla (1839-1919). También lo serán Francisco Navarro Villoslada (1818-1895), el cardenal Antolín Monescillo y Viso (1811-1897), Juan Manuel Ortí y Lara (1826-1904) y Miguel Neyra y López.
Referencias bibliográficas para este título, entre otras, son las de Gómez Aparicio (1967), Seoane (1996), Carpizo Bergareche (2008) y Federico Gutiérrez (1987).