El fuerte arraigo en Cataluña del carlismo y el neocatolicismo tiene una figura fundamental en el último tercio del siglo diecinueve en el periodista y político Lluís Maria de Llauder i de Dalmases (1837-1902), quien durante el Sexenio Democrático había fundado y dirigido en Barcelona el diario La convicción (1870-1873), durante la Restauración dirigirá El correo catalán (1876), el diario oficial español más importante de este movimiento dinástico tradicionalista y antiliberal, y en enero de 1884 fundará este semanario, que adoptará el subtítulo “la ilustración católica”, al que dotará de un “aire de modernidad que la convierte en una de las mejores revistas españolas” (Arias Durá: 2013), y cuya vida alcanzará hasta el 16 de julio de 1936. El carácter militante y combativo del denominado tradicionalismo legitimista será adaptado a las nuevas exigencias del periodismo moderno por este hombre de “acerada pluma” y de iniciativas empresariales (Gómez Aparicio: 1971), que también participará en la fundación de El correo español (1888).
La finalidad de Llauder fue intentar captar un público más extenso para la causa carlista, y combatir a la prensa liberal a través de un producto editorial que mezclaba doctrina política, integrismo católico y periodismo ameno y gráfico. Para ello funda La Hormiga de Oro, con un formato parecido a La ilustración española y americana (1869-1921), a la que incorpora excelentes grabados que ocuparán su portada y contraportada, sus páginas centrales (a veces con láminas y a color) e importante espacio en las restantes, en cuadernillos de más de una docena de páginas, que después ampliará en torno a las dos docenas (Sánchez Vigil: 2008).
Mucho más cuidada en su presentación que las demás revistas católicas ilustradas (Brigitte Magnien: 1995) pasará de una tirada de 8.000 ejemplares en 1886, a 30.000, en 1902. Su cabecera se integra en un grabado con diferentes símbolos relativos a su título, el arte, el trabajo y las ciencias y a la iglesia católica –que tendrá algunas variaciones- y fue diseñada por Ros, según Sánchez Vigil. Su fundador quiso hacer frente a lo que consideraba “influencia dañina que ejercen en el seno de las familias y de la juventud la multitud de periódicos e ilustraciones racionalistas, de moral relajada y fomentadoras del materialismo y descreimiento modernos” (enero 1893).
Cada entrega comienza al principio con el grabado de un retrato y la semblanza hagiográfica de prohombres del catolicismo integrista y de su jerarquía o de personajes históricos de los que resaltan sus afinidades religiosas. Así, la primera que publica está dedicada al teólogo Jaime Balmes (1810-1848). También serán muy frecuentes los artículos doctrinales acusando del aumento de la inmoralidad que a su juicio encarnaban unas nuevas costumbres y actitudes sociales, que se iban alejando proporcionalmente de las tradicionales católicas, desde las liberales hasta las socialistas. La revista siempre estará estructurada en secciones, que irán evolucionando a lo largo de su vida adaptándose a cada periodo histórico y a los nuevos modelos sociales y periodísticos.
Da cuenta de los santos de la semana, publica crónicas y noticias tanto nacionales como extranjeras; documentos eclesiásticos y alocuciones pontificias; reseñas legislativas, revistas de prensa e, incluso, folletines y narraciones de marcado carácter moralista-religioso. No sólo trata de religión y política, sino también de historia, arte, ciencia, finanzas, economía, comercio o agricultura. Da espacio a la divulgación de conocimientos útiles o a la moda, dando cabida también al humor gráfico y político, o a una sección recreativa, con poemas, charadas o fuga de vocales. Otra de sus destacadas secciones es la dedicada a bibliografía, dedicada a recomendar la lecturas de obras de tipo piadoso y religioso, muchas de las cuales salían de las mismas prensas de La Hormiga de Oro, librería, imprenta y editorial “colocada bajo el patrocinio del Sagrado Corazón de Jesús” que el propio Llauder estableció entre 1885 y 1887 y en donde estampará también su revista.
En muchos de sus textos utilizará el diálogo, la conversación o las peguntas y respuestas al considerar estos estilos como más asequibles a sus lectores, e informará sobre las actividades de la iglesia católica, sus congresos, romerías, procesiones, fiestas, nombramientos, necrológicas, visitas oficiales o actividades de sus sociedades benéficas y círculos.
Aunque el siete de noviembre de 1891 insertó su primera fotografía, con el nuevo siglo la revista se innovará nuevamente incorporándolas masivamente en sus páginas (sobre todo a partir de 1910), y coincidiendo con la Primera Asamblea Nacional de La Buena Prensa, celebrada en Sevilla el 15 de junio de 1904, quienes habían considerado previamente a la prensa como “un peligro”, enfrentarán su autodenominada “buena prensa” a la que califican “mala prensa”, es decir, la liberal, que, a su juicio, “envenena a las inteligencias, trastorna los hogares y pervierte a la sociedad entera”.
Llauder, que a partir de 1888, tras la escisión de los integristas, será el máximo dirigente catalán de Comunión Tradicionalista, nombrará en 1885 como director de la revista a Sebastià Josep Carner (1850-), que será sustituido por José María Riqué Estivill a partir de 1904. En torno a 1915 toma la dirección LLuís Carles Viada i Lluch (1863-1938), y alrededor de 1920 Eleuterio Pibernat y Miguel (1884-1926), quien tras su muerte lo releva provisionalmente el sacerdote y publicista José Tarré y Sans (1884-1957). Su último director, entre 1926 y 1936, será de nuevo Viada i Lluch. Todos ellos vinculados a los círculos católicos de la burguesía catalana, a los que hay que añadir a quien fue su gerente: Gervasi Puiggrós.
El elenco de sus firmas es muy extenso, integrado por periodistas, escritores, dibujantes y fotógrafos, contando también con corresponsales. Una de las más asiduas será la del sacerdote y propagandista Fèlix Sardà i Salvany (1841-1916), que publica por entregas su trabajo titulado El liberalismo es pecado. Entre sus redactores y colaboradores estuvieron el catedrático y político Manuel Polo y Peirolón (1846-1918) o Manuel Casasnovas Sanz, perteneciendo la mayor parte de ellos al partido carlista. Entre sus seudónimos destacan Adelac y Arquímedes.
Además de su galería de retratos, publica excelentes grabados de vistas, monumentos, arqueología, descubrimientos, viajes, naturaleza o costumbres, y Joaquín Xaudaró (1872-1933) fue uno de los dibujantes de sus viñetas. Reproduce también obras de Burgess, Fortuny, Murillo, Velázquez, Rembrandt, Ribera, Rubens o Tiziano. Con el nuevo siglo va sustituyendo parte de sus grabados por fotografías de actualidad, bajo las que aparecerán las firmas de más de 350 autores, entre ellos Merletti (1860-1943), Sagarra (1894-1959), Ojanguren (1887-1972), Borrell, Brangulí, Cabedo, Felici, Marín o Mateo.
En la tesis doctoral sobre este título de Raquel Arias Durá (2013), dirigida por Sánchez Vigil, en la que analiza su fondo fotográfico depositado en la Reial Acadèmia Catalana de Belles Arts de Sant Jordi (Barcelona), se concluye que La Hormiga de Oro fue el órgano del catolicismo y del carlismo en España, como combatiente antiliberal y una de las principales revistas gráficas españolas de difusión nacional, emparentada con La Ilustración española y americana (1869-1921), Blanco y negro (1891-2000), Nuevo mundo (1894-1933), Mundo gráfico (1911-1938) o La esfera (1914-1931). La revista tiene foliación continuada anual y cada año reinicia la numeración de sus entregas. También publicó anualmente un índice general de las principales materias y el 30 de enero de 1909 edita un número conmemorativo de sus bodas de plata. Entre otras obras de referencia, cabe citar los trabajos sobre este título y la prensa católica catalana de Hibbs-Lissorgues de 1984, 1991, 1993 y 1994.