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Memoria ...

Archivos, bibliotecas y museos || Anuarios e informes
La biblioteca popular de Vallecas fue inaugurada en noviembre de 1933 en la planta baja del Ayuntamiento de este municipio que entonces no estaba aún anexionado a Madrid. Su primera Memoria de actividades engloba por tanto sólo un mes y medio de 1933 y todo el año 1934, y su segunda Memoria corresponde a 1935 y es la última que se editó debido a la ruptura en todos los órdenes de la vida que supuso la Guerra Civil. La biblioteca empezó con unos fondos bibliográficos muy modestos, procedentes de tres fuentes: donativos, compras y lo que la Memoria llama incorporación, que es un ingreso en bloque de 640 obras que eran parte de una biblioteca circulante que funcionaba en la Escuela Municipal de Párvulos del Distrito Centro de Madrid. Los donativos procedían de la Junta de Intercambio y Adquisición de libros para bibliotecas públicas, organismo dependiente del Ministerio de Instrucción Pública, y del mismo Ayuntamiento de Vallecas, así como de particulares cuyos nombres se relacionan en la Memoria por orden alfabético. Las compras de libros correspondían también a las citadas administraciones estatal y municipal. En la primera Memoria podemos ver desglosada por edades la estadística de lectores en la Sala de Lectura. Cabe resaltar que hay más chicos que chicas menores de 14 años, pero la diferencia a partir de esa edad se ahonda, por lo que son muy pocas las mujeres que acuden a la biblioteca. Los usuarios hacían mucho uso del catálogo de materias y no echaban en falta un índice de autores salvo en Literatura. Dentro de su índice de materias, la biblioteca informaba de la sección de Ciencias Aplicadas con el fin de que los lectores mejoraran sus conocimientos en su profesión u oficio. En la Memoria, la biblioteca se ufana de ejercer ‘una poderosa influencia educativa entre el público, infantil especialmente. Se ha podido comprobar la formación en el ambiente de la misma de numerosos lectores y en no pocos casos ha despertado o favorecido vocaciones profesionales entre el público joven’. En el servicio de Préstamo, la biblioteca recordaba al usuario que debía cuidar del buen estado del libro que se llevaba a casa y obligaba a forrarlo con papel. El lector que deterioraba una obra estaba obligado a abonar su valor. En la Memoria de 1935 se ofrecen más cuadros comparativos y gráficos de los servicios que presta la biblioteca, con mayor información estadística relativa a los usuarios y sus profesiones. Quizá lo más interesante desde el punto de vista de historia cultural es el apartado dedicado a comprobar lo que leen los usuarios. La Biblioteca eligió una hora y un día al azar, en concreto las siete de la tarde del 17 de diciembre, para reseñar lo que se estaba leyendo en las distintas mesas de la Sala de Lectura. En la mesa central de varones adultos se leían libros de Geografía y novelas como Robinson Crusoe o las de Julio Verne y obras técnicas sobre automóviles; en la de señoritas, obras de arte y biografías de pintores; los niños leían cuentos y libros de animales y en la mesa de las niñas lo más leído eran los cuentos de Calleja. Como conclusión, la Memoria señala que la biblioteca ha conseguido que ‘sus libros no tengan tiempo de dormir en los estantes. Es frecuente haber de tomar vez para leer un libro o solicitarlo en préstamo’, y que por tanto había necesidad de incrementar sus fondos en la proporción que crecían los usuarios. [Descripción publicada el 5/5/2020]