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Museo de las familias (Madrid)

Semanarios de amenidades
Forma parte decisiva de la prensa ilustrada española de la mitad del siglo diecinueve, entonces denominada pintoresca por la publicación más o menos numerosa de grabados que acompañan a sus textos, realizados en aquélla época en madera de boj. Fue fundada, editada e impresa casi a lo largo de toda su vida por Francisco de Paula Mellado (ca. 1810-1876), popular editor de periódicos y novelas por entregas de esos años, cuya revista competirá principalmente, primero, con el Semanario pintoresco español (1836-1857), de Ángel Fernández de los Ríos y de mayor prestigio literario, y, después, con El museo universal (1857-1869). Junto a estas –y otras- imitó con mayor o menor fortuna y exactitud a las revistas extranjeras del mismo carácter, especialmente francesas, como Musée des famillas, tal como señala José Simón Díaz, que en 1960 publica el índice del contenido y una breve introducción de este título. Su primera entrega –que lo serán mensuales- aparece el 25 de enero de 1843, año en el que las agitaciones políticas darán fin a la Regencia del general Baldomero Espartero e Isabel II inicia su reinado con la denominada década moderada. Como todas las de su especie, será completamente ajena a las disputas políticas, estando exclusivamente dedicada –tal como expresa su subtítulo- a ofrecer “lecturas agradables e instructivas”, autocalificándose como publicación “independiente, puramente literaria y artística”. Con las ya citadas, Museo de los familias será un fiel exponente del brillante hito de aquella prensa ilustrada y costumbrista española, manteniendo con el Semanario pintoresco español análoga estructura, mismas ilustraciones en muchas ocasiones y bastantes colaboradores comunes (Simón Díaz: 1960). Sus artículos, unos breves y otros extensos y por entregas, lo serán de historia, historia natural, geografía, viajes, costumbres, arte o biografía (Glorias de España), da cuenta también de leyendas y anécdotas morales, y publica cuentos, novelas y poemas, entre otros textos iterarios. Por su variedad de contenidos, la propia revista se autodefinirá como “periódico biblioteca”, que en 1855 llegaba a manos de unas 4.000 familias, con la intención de “distraerlas con lecturas instructivas sin aridez, religiosas o morales sin fastidio, divertidas sin escándalo y populares sin charlatanismo”. Cecilio Alonso (1996) señalará que se caracterizó por su mayor especialización en los asuntos novelescos y artísticos, más próximos al folletín; juicio éste que corrobora Sánchez Vigil (2008), al señalar que, con una intención divulgativa y pedagógica, en sus entregas predominó y se consolidó el relato “histórico-legendario” o “histórico-novelesco”. Por su parte, Seoane (1996) la tildaba de “bastante pobre e insípida”, al indicar que sus “misceláneas de lecturas” no resultaron tan agradables e instructivas como prometió su subtítulo. Aún así, en esta publicación se reunirá un destacado elenco de colaboradores literarios de la época. Entre otros, Manuel Bretón de los Herreros, Modesto Lafuente, José Eugenio Hartzenbusch, Ramón de Campoamor, Antonio Ferrer del Río, Gregorio Romero Larrañaga o Antonio Pirala, así como Carolina Coronado, Gertrudis Gómez de Avellaneda o Cecilia Böhl de Faber (Fernández Caballero). Junto a ellos y ellas, colabora de forma muy intensa desde el primer número –Gómez Aparicio (1967) dirá que será el verdadero artífice de la revista- el fecundo escritor e ilustrado jurista Conde de Fabraquer (José Muñoz Maldonado: 1807-1875), que llegará a asumir su dirección durante casi dos décadas, incluso compaginándola algún tiempo con la del Semanario pintoresco español. Algunas de sus entregas llegarán a estar casi completamente escritas por Fabraquer y otro de sus colaboradores, Francisco Fernández Villabrille (1881-1864). En cuanto a sus grabados, Sánchez Vigil (2008) los reconoce, unos como originales fruto de los mejores artistas, y otros como copias de obras pintorescas de los más acreditados de Francia, Inglaterra o Alemania, pareciéndole una revista visualmente extranjerizante, en donde destacan los clichés de procedencia francesa, y resalta la coloración de muchos de ellos. Aún siendo la copias de inferior calidad que los originales, su publicación alcanza una importancia decisiva en la historia del periodismo español (Simón Díaz: 1960). El eminente grabador Vicente Castelló (1815-1872) colaborará en el lanzamiento de la publicación, y también contará después con la colaboración de otro significativo grabador como Calixto Ortega. Mellado fue su impresor, editor y director entre 1843-1847 y 1865-1867, y Fabraquer lo dirigió en el largo ínterin de esos dos periodos. Desde su aparición hasta diciembre de 1854, su colección la forman 12 tomos. En enero del año siguiente, inicia una segunda serie, que acaba en diciembre de 1867, alcanzando hasta aquí el tomo 25. En 1868 fueron editados varios números, que suman 96 páginas (Simón Díaz: 1960); y en abril de 1870 reiniciará la secuencia con nuevas entregas, que alcanzan hasta diciembre de ese año, pero ya a cargo del periodista Dionisio Chaulié (1814-1887), regente también de la Imprenta del Banco Industrial, propiedad de Mellado, aunque la portada de este tomo está fechada en 1871. En diciembre de 1869 había aparecido La ilustración española y americana, el máximo exponente del nuevo periodismo ilustrado español, con nuevas técnicas de grabado e impresión y estructura de contenidos más moderna, a cuyo advenimiento había llegado sin fuerzas ya el pintoresco Museo de las familias.