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El Estudiante (Salamanca)

Estvdiante || Estudiante (Madrid. 1925)
Cultura
Había sido de las publicaciones más olvidadas de la edad de plata y uno de los capítulos menos estudiados en su oposición a la dictadura primoriverista, según indicara en su momento Osuna (1986), pero Francisco de Luis Martín (1994) llevará a cabo el primer estudio de la que ya incluirán Seoane y Sáiz (1996) como una precursora de las revistas culturales españolas de izquierda, mientras que Mayte Gómez (2005) ha analizado aquéllos de sus textos que criticaron abiertamente la cultura burguesa desde la alianza de un grupo de intelectuales –que formarían la “otra” generación del 27- con el movimiento obrero. Comienza a publicarse el uno de mayo de 1925 en Salamanca, y desde el seis de diciembre de ese mismo año lo hará desde Madrid, iniciando su segunda época. Se considera como inspirador y alma de la revista al jurista, historiador, traductor y después político comunista Wenceslao Roces y Suárez (1897-1997), entonces catedrático de Derecho Romano en la Universidad de Salamanca y amigo personal de su vicerrector, Miguel de Unamuno (1864-1936), quien desde febrero de 1924 se encontraba desterrado en Fuerteventura por orden del dictador Miguel Primo de Rivera (1870-1930). La publicación se alzará como la voz pionera de un sector de intelectuales y jóvenes estudiantes que estrecharán sus relaciones para hacer frente común activo y duro contra la ruina moral y material de la Dictadura, oponiéndose tempranamente a su política docente, aspirando a la reforma universitaria española y tomando para ello como modelo la que se venía desarrollando en América, especialmente en Argentina. Esto ha permitido a Lucía Carreño (2012) analizar también esta revista en su trabajo Relaciones culturales hispanoargentinas en la década del veinte: universitarios, intelectuales y maestros, un diálogo a través de revistas estudiantiles. En las páginas de esta publicación se dará cita lo más granado de la intelectualidad liberal y progresista española, que apostará incluso por el compromiso social y político -entre el socialismo y el comunismo- frente al arte por el arte o el arte puro, que había sido denunciado por José Ortega y Gasset, quien será también uno de sus colaboradores. Como corresponsales literarios (en el Ateneo de Madrid) estarán Salvador María Vila y Ángel Santos Mirat, siendo sustituido este, desde el número 7, por Rafael Giménez Siles. Entre los intelectuales socialistas que comenzarán a colaborar en sus páginas se encuentran Fernando de los Ríos, Rodolfo Llopis, Fernando Felipe o Luis Araquistain; y entre los liberales, Adolfo A. Buylla (sólo en su primera época), Luis de Zulueta, Luis Santillano, Enrique Martí y Jara, Leopoldo Alas Argüelles, Gustavo Pittaluga, Américo Castro, Gregorio Marañón, Casto Pietro Carrasco o el mexicano José Vasconcelos. Además de Luis Maldonado, Silvio Itálico, Francisco Ruipérez, Ángel de Apráiz, Federico Santander, María Luisa Dorado, José Moreno Villa, Gonzalo R. Lafora, V. García de Diego, P. Henríquez Ureña o E. Alarcos, entre otros. La portada, dibujos y viñetas serán de Julio Núñez. El estudiante adopta su título del clásico de las letras románticas españolas y su primer subtítulo será “revista de la juventud escolar española”. Cada entrega, con una cubierta con el víctor de la universidad salmantina estampado a dos tintas, es de dieciséis páginas, compuestas a dos columnas. Comienza cada una con los editoriales y artículos sobre cuestiones universitarias, y los demás contenidos se estructuran a través de secciones permanentes. Entre estas aparecen la de Libros (en la que se reseñarán algunos de Unamuno, del que se publicará una silueta en el primer número pero que nunca llegará a enviar ninguna colaboración); Nuestros héroes (semblanzas de personalidades); Aire libre (sobre cultura física y deporte); Gaudeamus (crítica contra la moral y los viejos valores tradicionales escrita en tono jocoso e irónico); América (informaciones y artículos sobre la renovación universitaria en este continente), y otras bajo los epígrafes Panorama espiritual, Páramo y Piedras. Como publicidad, inserta una guía profesional salmantina (de médicos, abogados, etc.). La revista no sólo se configuró como órgano de las aspiraciones renovadoras de la universidad salmantina sino de las juventudes universitarias en general y organizó una red de representantes o corresponsales en los centros más importantes. Además de los citados en Madrid, José A.G. Santaelices fue corresponsal en Valladolid; José Serrano, en Oviedo; José Costero y Fermín Gutiérrez, en Zaragoza; José Díaz Fernández, en Gijón; Manuel Ruiz de la Villa, en Santander; Ángel Revilla, en Lugo, y Miguel González, en Málaga, entre otros. También llegará a disponer de otros corresponsales en Argentina, Cuba, Francia, Italia y Alemania. La publicación venía siendo estampada en la imprenta salmantina de Francisco González, y en su número 13, de julio de 1925, informará de su suspensión temporal en agosto, debido a “ciertas dificultades de imprenta”, como señala, pero quizá también lo fuera por la presión de la censura militar a la que fue sometida desde su nacimiento y a la falta de un ambiente propicio en una ciudad “levítica”, como había sido definida Salamanca. Reaparecerá el seis de diciembre, iniciando su segunda época y la numeración de sus entregas, estampada ahora en la imprenta madrileña de Caro Raggio e indicará bajo su cabecera el nombre de director: el ya citado Rafael Giménez Siles, que un año antes había fundado la Unión Liberal de Estudiantes. Este estará acompañado al frente de la redacción por el abogado, ateneista y presidente del Grupo de Estudiantes Socialistas de Madrid José Antonio Balbotín, destacando también en las tareas de redacción Antonio Garrigues, expresidentes de la Asociación Oficial de Estudiantes de Derecho. Apenas cambiará su estructura, pero adquirirá mayor radicalidad y tintes más intelectuales o culturales, con artículos sobre derecho, arte o pedagogía, además de los literarios. Su sección de Libros estará ahora bajo la dirección de Esteban Salazar y Chapela, y seguirá publicando por entregas, parte de la novela inédita de Ramón María del Valle Inclán: Tirano banderas. Se incorpora también el ilustrador Luis Bagaría. Ahora adopta el subtítulo “semanario de la juventud española” y, además del sumario, insertará un cuadro de colaboradores, “una impresionante lista nominal” alfabética -como la califica César Antonio Molina (1990), algunos de los cuales no llegarán a publicar en sus páginas. Entre estos aparecen Ángel Ossorio y Gallardo, Alfonso Reyes, Pío Baroja, Cipriano Rivas Cherif, Ramón Gómez de la Serna, Francisco Vighi, Federico García Lorca, Antonio Espina, Rafael Alberti, Juan Andrade, Gabriel Alomar, Julio Álvarez del Vayo, Manuel Azaña, Julián Besteiro, Manuel Bartolomé Cossío, Enrique Díez Canedo, Marcelino Domingo, Juan Negrín o Luis Tapia, entre otros muchos. El número 6 de esta segunda época, correspondiente al diez de enero de 1926, es el último de la colección de la Biblioteca Nacional de España, pero el semanario siguió publicándose en Madrid hasta su número 14, correspondiendo este al uno de mayo de 1926, el mismo día de su nacimiento un año anterior y fecha simbólica para el movimiento obrero, y debió desaparecer probablemente por la presión dictatorial. En el mismo se había rendido pública admiración por el socialista Luis Jiménez de Assúa (que tampoco llega a colaborar) y se encontró frente a las asociaciones estudiantiles católicas que hasta el momento habían monopolizado la universidad española. Como reflejo de sus aspiraciones de renovación, los artífices de la revista fundarán en enero del siguiente año la Federación Universitarias Escolares (FUE), que protagonizarán el estallido universitario de los años 1929-1930 contra la dictadura, a la vez que continuarán con su trabajo intelectual y literario fundando y dirigiendo revistas como Post-guerra (1927-1928) y Nueva España (1930).