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El Pensador

Periódicos anteriores a 1850
Esta publicación periódica forma parte de “la primera edad de oro de la prensa española” (1750-1770), a juicio de Paul J. Guinard (1973), y ocupa un “puesto privilegiado” entre los periódicos de la segunda mitad del XVIII dedicados a la “crítica social y de costumbres”, señala Sáiz (1996), por lo que se considera precursora del género costumbrista, alcanzando un “éxito” notable en su tiempo (Sempere y Guarinos: 1785). Su colección la integran 86 entregas, denominadas “pensamientos”, en 8º y de una treintena de páginas cada una, compuestas a una columna, que fueron estampadas en la madrileña imprenta de Joaquín Ibarra. Carecen de fecha de aparición, y el primer número debió publicarse a mediados de 1762 –algunas fuentes señalan agosto o septiembre–, y tuvo una periodicidad semanal, hasta finales de 1763. Dejó de publicarse entre 1764 y 1766, volviéndose a publicar al año siguiendo, apareciendo ahora los lunes y jueves (excepto festivos), y reduciendo sus páginas a dieciséis por entrega. Sus primeros treces números, con paginación propia, forman el primer tomo, indicando que su autor es don Josep Álvarez y Valladares, seudónimo de José Clavijo y Fajardo (1726-1806), cuyo nombre aparece estampado en la siguiente entrega. Naturalista y hombre de letras ilustrado, además de traductor, Clavijo disfrutó del favor personal de Carlos III, llegando a ocupar cargos públicos. Contribuyó a la introducción en España de las ideas y doctrinas del enciclopedismo francés y ha llegado a ser considerado como uno de los primeros periodistas españoles (Gómez Aparicio: 1967). El Pensador es una de las más importantes producciones periodísticas del afrancesamiento enciclopedista, junto a los también periódicos madrileños del mismo periodo El Duende especulativo… (1761), La Pensadora gaditana (1763-1764), editada también ésta en Cádiz, o El Censor (1781), que sigue la línea estilística del modelo inglés que había trazado The Spectator (1711), de Addison y Steele, con el que la publicación de Clavijo tiene muchas semejanzas. Siguiendo la línea general de El Pensador, en 1863 saldrá también El Escritor sin título, pero para criticarlo severamente, y al mismo movimiento enciclopedista se sumaría también El Mercurio de España, cuando este se haga oficial y lo dirija el propio Clavijo, entre 1774 y 1799, al tiempo que su periódico será reeditado varias veces, en Madrid y Barcelona, con el título El Pensador matritense. Su estilo es “ágil y limpia su prosa” (Gómez Aparicio: 1967), en forma de discursos, cartas imaginarias al editor o comentarios personales del autor, y cada entrega o “pensamiento” está dedicado a un asunto propio, que Julio Trenas (1943) clasificó en bloques temáticos: satíricos y de costumbres, morales, de teatro y crítica literaria, instructivos y filológicos literarios, políticos y personales. Añade el citado Gómez Aparicio, que hace “una crítica minuciosa y correctiva a las costumbres”, introduciendo un “moralismo a la manera inglesa”, sobre los cortejos a las damas, las tertulias, la educación de las jóvenes, los bailes, la vida ociosa, la pedantería literaria y social, siendo sus más fuertes diatribas a las fiestas de los toros y el teatro. A juicio de Nathalie Bipttoun-Debruyne (2004), “no se convertirá sólo en uno de los mejores representantes de un género que ha caracterizado el siglo XVIII, sino que además, iba a difundir muchas ideas que, por su originalidad, su pertinencia o su oportunidad, nos permiten trazar un cuadro bastante fidedigno de la sociedad de su tiempo y de los males que le aquejaban, según la perspectiva de los ilustrados”. Añade la autora, que “desde una prosa satírica, ágil y accesible, que eludía la ofensa y solamente pretendía denunciar malas costumbres y vicios seculares para buscar soluciones y proponer alternativas, su perfil de moralista con ambiciones de reforma queda perfectamente dibujado”. En algunos de sus números no se ocultarán las influencias de autores ilustrados prohibidos, como J.J. Rousseau. Los dos primeros tomos de su colección corresponden al año 1762, iniciando sus entregas, a partir del segundo, la foliación seguida (hasta la página 434), a lo que añade, al final, una tabla o índice cada uno. A 1763 corresponden las entregas 28 a 42, que forman el tomo tercero (416 páginas, más la tabla), y de la 43 a la 52, el tomo cuarto (305 páginas). En 1767, se publican las entregas 53 a 86, formando el tomo quinto y último (234 páginas). Señala que se vendía en la Librería de los Hermanos Orcél, de la calle de la Montera de Madrid. Además de las referencias bibliográficas ya señaladas, otra para este título es la presentación que Manuel Lobo Cabrera y Enrique Pérez Parrilla y el estudio de Yolanda Arencibia realizan en la edición facsímil de este título publicada por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, en 1999, facsímil editado también, entre 1999 y 2001, por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Sebastián de la Nuez Caballero también ha elaborado una Antología de El Pensador, publicada en 1989 por el Gobierno de Canarias. El hispanista austriaco Klaus-Dieter Ertler ha estudiado este periódico, la prensa y su relación con la Ilustración en España en sus trabajos de 2003, 2004, 2005, 2006 ó 2007. También Elisabel Larriba (2003) ha analizado este periodo de la prensa española, y otros estudios se refieren a otros asuntos concretos como es el caso de Olegario Negrín Fajardo (2013), respecto a la educación de la mujer en El Pensador, de Clavijo. A estas referencias, hay que añadir los propios estudios biográficos sobre el autor, como es el caso de trabajo de Agustín Espinosa (1970).