Continuadora de Revista musical (Bilbao: 1909-193), fundada por Carlos Gortázar (1864-1926), quien con el seudónimo Ignacio Zubialde es considerado uno de los mejores críticos musicales de su tiempo. Por problemas personales, éste cederá su propiedad a Augusto Barrado y Carroggio (1863-1946), compositor y literato sevillano, entonces crítico musical del diario La época (1849-1936) y redactor de los programas de la Orquesta Filarmónica de Madrid, para que la edite y dirija desde esta ciudad traspasando así la esfera de su influencia a la capital, como principal exponente y fiel reflejo de la modernidad musical española en el siglo XX, tal como así lo refiere Consuelo Carredano (2004). Seguirá apareciendo con una frecuencia mensual (aunque editará números bimestrales y hasta trimestrales) en entregas de 24 páginas, generalmente, aunque variará su paginación, con el nuevo título -Revista musical hispano-americana- como reflejo del interés de traspasar también su difusión y obra cultural y de propaganda a los países de lengua castellana de ultramar.
La revista inicia así su segunda época a partir de enero de 1914, manteniendo la línea original de su antecesora bilbaína y siguen participando en ella sus primeros colaboradores, así como el propio Zubialde y otros nuevos que se incorporan. Entre los principales están Rafael Altamira, Vicente Arregui, Mateo H. Barroso, Tomás Bretón, Conrado del Campo, Manuel Cendra, Eduardo López Chávarri, Henri Collet, Edoardo Dagnino, Óscar Esplá, Felipe Espino, Manuel de Falla, Antonio Fernández Bordas, Joaquín Fesser, Madame de Geus, Vicente María Gisbert, Juan González de Oliva, Rafal Mitjana, Joaquin Nin, Nemesio Otaño, Adolfo Salazar, Miguel Salvador, José Subirá, Joaquín Turina, Luis Villalba, Rogelio Villar, Francisco Vallador, Amadeo Vives y Antonio Zozaya, entre otros importantes musicólogos y críticos de las más variadas tendencias de la música española y representantes de las distintas generaciones de músicos, que llevan a cabo su labor en el amplio contexto cultural, intelectual y artístico que girará en lo que más tarde se conocerá como generación del 14, en un momento de verdadera efervescencia cultural y musical, apoyada en la eclosión de numerosass sociedades filarmónicas en las principales ciudades españolas.
Seguirá ofreciendo artículos de historia, técnica y estética del arte musical en todas sus vertientes, así como información, crónicas y críticas del movimiento musical español y extranjero, contando con corresponsales en Barcelona, Coruña, Granada, Málaga, León, Oviedo, San Sebastián, Santander, Sevilla, Tarragona, Valencia y Zaragoza. Así como en Berlín, Buenos Aires, Bruselas, Burdeos, La Habana, La Haya, Londres, Milán, Méjico, Nápoles, París, Roma y San Petesburgo. Resaltan, además de la actualidad teatral y de conciertos, las secciones de biografía, bibliografía y las reseñas de revistas extranjeras, la serie como la de Felipe Pedrell sobre el Cancionero popular español o los suplementos con partituras. También insertará grabados y fotografías de retratos de artistas, compositores, cuadros escénicos, conciertos, etc.; así como publicidad comercial de productos sobre la materia.
La revista pasará a finales de 1915 a ser propiedad de Unión Musical Española (antes Casa Dotesio), iniciando al año siguiente su tercera época bajo la dirección de los compositores y musicólogos Rogelio Villar (1875-1937) y Adolfo Salazar (1890-1958), el primero un wagneriano acérrimo, considerado una de las figuras centrales en esta etapa del renacimiento musical español, y el segundo un abanderado de las vanguardias, defensor de Manuel de Falla y de Ernesto Halffter, quien marcará los gustos musicales de su generación, aunándose así lo viejo con lo nuevo, lo clásico con lo moderno como reflejo de lo sublime y lo polémico.
En 1917 inicia su cuarta época y al final de este año será cedida la propiedad de la revista a sus directores, tal como se indica en su número de diciembre, último de la colección de la Biblioteca Nacional de España. Al parecer, la revista pudo seguir publicando algún número más, a pesar de las posturas incompatibles de sus regidores, pero no más de la primavera, cuando Salazar será nombrado crítico musical del nuevo diario El sol (1918-1936).