Es continuación de El universal observador español, que como diario había empezado a publicarse el 12 de mayo de 1820, y que a partir del 13 de julio del mismo año reduce su título a El universal, hasta que publica su último número el 23 de abril de 1823, por lo que es uno de los periódicos más longevos del Trienio Liberal, considerado, además como el mejor y más moderno del periodo, a juicio incluso de sus mismos coetáneos.
De tendencia constitucionalista y liberal templada, se le moteja también de ser más bien ilustrado, y de ser además brazo informativo de los gobiernos moderados del periodo, “destinado a encauzar la revolución liberal, alejándola del peligro de los extremismos”, según Agustín Martínez de las Heras, uno de los más significativos estudiosos de este periódico.
Continúa la numeración de su antecesor y sigue saliendo de su propia imprenta, en números de cuatro páginas y a tres columnas, con un carácter riguroso e informativo, pero también ofreciendo artículos de fondo y doctrinales en una sección que denomina Variedades. Asimismo polemiza con el resto de la prensa del trienio, tanto la liberal como la antiliberal.
Fue dirigido por el afrancesado Manuel José Narganes, y en el colaboran el eclesiástico Juan González Caborreluz, del que se dice que fue su fundador, así como José Galdeano, entre otros.
Se trata de un diario innovador y de gran tamaño para la época, estructurado en secciones, con noticias de España y del extranjero, dedicándole especial interés a las referentes a ultramar o de hispanoamérica, pero también a las locales, además de incluir crónicas parlamentarias y de tribunales y extractos sobre la producción legislativa del periodo.
Véase El universal observador español en esta misma Hemeroteca Digital.